La palabra más hermosa
Publicado en el Diario de Yucatán - edición electrónica
Despistes y franquezas
Augusto Romero Sabido
No participé en la encuesta para escoger la palabra más hermosa de nuestro idioma, mejor dicho no envié mi respuesta. Pero cada día que leía en el Diario los avances del proceso, hacía yo mi propia selección. Y con el perdón de los electores, “amor” fue una opción poco agraciada.
Sería interesante saber qué criterios se tuvieron en cuenta. Habrá sido tal vez la definición de las palabras, su etimología, su sonoridad o su fuerza cultural.
Porque si una multitud de adolescentes votaron por amor basados en los efectos endocrinos que les produce la palabra, el voto debe declararse inválido por uso ilegítimo de hormonas en un certamen netamente lingüístico.
Pero dudo que amor haya ganado por este camino, la mayoría de los púberes están muy poco interesados en la gramática y si se enteraron del concurso habrán dicho: “equis”.
Si en cambio votaron por ella madres, viudas, solitarios, amantes desdeñados, revolucionarios o soñadores, la elección es auténtica porque para ellos amor significa adoración, nostalgia, pasión, devoción o éxtasis.
De cualquier manera, a mí esta palabra me parece muy corta, poco resonante y demasiado trivializada.
Yo adoro las palabras; me gusta aprender cada día una nueva; doy el triste espectáculo de ser fanático del juego más aburrido del mundo: “scrabble”, que no es palabra castellana ni inglesa, pero que según entiendo tiene el sentido en inglés de escalar, por la mecánica del juego.
Yo, que adoro las palabras, escogí dos como las hermosas de nuestra lengua, solipsismo y agua, y no pude evitar declarar ganadora en mi concurso personal a la segunda.
Desde la primera vez que oí “solipsismo”, la palabra me atrapó en todos los sentidos. Tiene una sonoridad muy especial; etimológicamente viene, según el diccionario de la RAE, del latín “solus ipse”, que significa “uno mismo solo”; según el mismo diccionario es una forma radical de subjetivismo según la cual sólo existe o sólo puede ser conocido el propio yo.
¿No es totalmente inquietante que haya quien piense que la realidad se deriva de la actividad de la propia mente y que nada existe fuera de uno mismo? Por si fuera poco, la palabra me seduce porque define en mucho la naturaleza de la nación mexicana, especialmente en tiempo de elecciones. ¿No les parece que algunos políticos son completamente solipsistas? Lástima que no puede fundarse un nuevo PSS (Partido Solipsista del Sureste), porque quien lo fundara, si fuera radical, tendría que aceptarse sólo a sí mismo como miembro de su partido. Pero esto no está pasando, ¿verdad? Hablando en serio y como ya había dicho antes, la palabra que más me gusta es “agua”, especialmente desde que me he vinculado al trabajo de la tierra.
Si hubiera vivido en esta tierra entre el año 300 al 900 después de Cristo no hubiera tenido ninguna dificultad para creer que Chaac era Dios, tanto que no he podido resistir la tentación de celebrar el Ch'aa Chaac.
Porque me gusta la palabra agua en todas sus presentaciones, como mar, rocío, fuente, incluso como lágrima, pero sobre todo me gusta como lluvia, como cuando después de esta inmisericorde sequía, veo caer detrás de mi persiana las gotas de la misericordia divina.—
Mérida, Yucatán. ars@sureste.com
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