Reflexiones sobre Nuestro Idioma
Federico Martín Maglio
Desde que las insignias se llaman "pins"; los homosexuales "gays"; las comidas frías "lunchs", los repartos de cine "castings"; los discos compactos son “CD” (ci-di, consonantes con entonación en inglés) y las calcomanías son “stickers” este país no es el mismo... ¡Ahora es mucho más moderno!, ¡la gente está en onda, es más “chic”!, ¡¡¡es un país de piolas!!!
Los chicos leían historietas en vez de “comics”, los jóvenes hacían fiestas en vez de “parties”, los estudiantes pegaban “posters” en las “walls” creyendo que eran carteles, los empresarios hacían negocios en vez de “business”, las secretarias usaban medias en vez de “panties”, y los obreros, tan ordinarios, sacaban la fiambrera al mediodía en vez del “tupper-ware”. Yo, en el colegio, hice “aeróbic” muchas veces pero, en mi ignorancia, creía que hacía gimnasia.
No es lo mismo decir “bacon” que “tocino” -aunque tenga igual de grasa-, ni vestíbulo que “hall”, ni inconveniente que “handicap”. Las cosas, en otro idioma, mejoran mucho y tienen mayor prestancia porque nuestro idioma y cultura no son dignas, no sirven.
Desde que Nueva York, perdón, “New York” es la capital del mundo, nadie es realmente moderno mientras no diga en inglés un mínimo de cien palabras.
Mientras en otros países toman solo del inglés las palabras que no tienen, bien porque sus idiomas son pobres -cosa que no es nuestro caso- o porque pertenecen a lenguajes de reciente creación y sin traducción, como algunos conceptos de la economía o el de la informática, nosotros, más generosos, hemos ido más allá y adoptamos incluso las que no nos hacían falta. Lo cual demuestra nuestra apertura y nuestra capacidad para superarnos.
Ahora, por ejemplo, ya no decimos bizcocho sino “plum-cake”, que queda mucho más fino, no tenemos sentimientos sino “feelings”, que es mucho más elegante. Y de la misma manera, sacamos “tickets”, compramos “compacts”, usamos “kleenex”, comemos “sandwichs”, vamos al “pub”, hacemos “rappel” y, los domingos cuando salimos al campo -que algunos, los más modernos, llaman “country”-, en lugar de acampar hacemos “camping”. Y todo ello, ya digo, con la mayor naturalidad y sin darle apenas importancia.
Obviamente, esos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres y han cambiado nuestro aspecto, que ahora es mucho más moderno y elegante.
Los argentinos ya no usan calzoncillos, sino “slips”(...); y cuando uno se afeita, a continuación se echa “after sabe”, que deja la cara mucho más suave y fresca que el tónico.
En Argentina la gente ya no corre: hace “jogging” o “footing”; ya no estudia: hace “masters”; ya no estaciona: utiliza el “parking”. (...)
El mercado ahora es el marketing; el autoservicio el “self-service” y, si vamos a comprar variado, una visita al “shooping” viene “cool”; el escalafón ahora es el “ranking”; el representante es el “manager”. Y desde hace algún tiempo, los importantes también son “vips”; los auriculares “walk-man”; los puestos de venta “stands”; los ejecutivos “yuppies”; las niñeras “baby-sitters”, y los derechos de autor “royalties”. Para ser ricos del todo y quitarnos el complejo de país tercermundista que tuvimos algún tiempo y que tanto nos avergonzaba, solo nos queda ya decir siesta (la única palabra que el castellano ha exportado al mundo, lo que dice mucho a favor nuestro).
Por el momento termino, tengo que mandar un correo electrónico... ¡perdón, herejía!, un “e-mail”. Luego me iré a hacer “chat” con la “pc” que me compré en una “sale off” el último “finde”. Tiene una “mother” de “up generation” y, como soy un “freak” del “multibooting”, consulté la “magazine” “Users” para su instalación que es lo más “cool” del “merchaising”.
En fin, sólo falta viajar a Miami y comprobar que todo esto es al divino botón... ¡¡¡Allí sí se habla el castellano!!!.
NOTA: El texto lo recibí por correo electrónico y fue retocado por Federico Martín Maglio para adaptarlo a la República Argentina
Nota de Ade: fue adaptado a la Argentina, pero aqui en Venezuela, nos resulta familiar ;).
Desde que las insignias se llaman "pins"; los homosexuales "gays"; las comidas frías "lunchs", los repartos de cine "castings"; los discos compactos son “CD” (ci-di, consonantes con entonación en inglés) y las calcomanías son “stickers” este país no es el mismo... ¡Ahora es mucho más moderno!, ¡la gente está en onda, es más “chic”!, ¡¡¡es un país de piolas!!!
Los chicos leían historietas en vez de “comics”, los jóvenes hacían fiestas en vez de “parties”, los estudiantes pegaban “posters” en las “walls” creyendo que eran carteles, los empresarios hacían negocios en vez de “business”, las secretarias usaban medias en vez de “panties”, y los obreros, tan ordinarios, sacaban la fiambrera al mediodía en vez del “tupper-ware”. Yo, en el colegio, hice “aeróbic” muchas veces pero, en mi ignorancia, creía que hacía gimnasia.
No es lo mismo decir “bacon” que “tocino” -aunque tenga igual de grasa-, ni vestíbulo que “hall”, ni inconveniente que “handicap”. Las cosas, en otro idioma, mejoran mucho y tienen mayor prestancia porque nuestro idioma y cultura no son dignas, no sirven.
Desde que Nueva York, perdón, “New York” es la capital del mundo, nadie es realmente moderno mientras no diga en inglés un mínimo de cien palabras.
Mientras en otros países toman solo del inglés las palabras que no tienen, bien porque sus idiomas son pobres -cosa que no es nuestro caso- o porque pertenecen a lenguajes de reciente creación y sin traducción, como algunos conceptos de la economía o el de la informática, nosotros, más generosos, hemos ido más allá y adoptamos incluso las que no nos hacían falta. Lo cual demuestra nuestra apertura y nuestra capacidad para superarnos.
Ahora, por ejemplo, ya no decimos bizcocho sino “plum-cake”, que queda mucho más fino, no tenemos sentimientos sino “feelings”, que es mucho más elegante. Y de la misma manera, sacamos “tickets”, compramos “compacts”, usamos “kleenex”, comemos “sandwichs”, vamos al “pub”, hacemos “rappel” y, los domingos cuando salimos al campo -que algunos, los más modernos, llaman “country”-, en lugar de acampar hacemos “camping”. Y todo ello, ya digo, con la mayor naturalidad y sin darle apenas importancia.
Obviamente, esos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres y han cambiado nuestro aspecto, que ahora es mucho más moderno y elegante.
Los argentinos ya no usan calzoncillos, sino “slips”(...); y cuando uno se afeita, a continuación se echa “after sabe”, que deja la cara mucho más suave y fresca que el tónico.
En Argentina la gente ya no corre: hace “jogging” o “footing”; ya no estudia: hace “masters”; ya no estaciona: utiliza el “parking”. (...)
El mercado ahora es el marketing; el autoservicio el “self-service” y, si vamos a comprar variado, una visita al “shooping” viene “cool”; el escalafón ahora es el “ranking”; el representante es el “manager”. Y desde hace algún tiempo, los importantes también son “vips”; los auriculares “walk-man”; los puestos de venta “stands”; los ejecutivos “yuppies”; las niñeras “baby-sitters”, y los derechos de autor “royalties”. Para ser ricos del todo y quitarnos el complejo de país tercermundista que tuvimos algún tiempo y que tanto nos avergonzaba, solo nos queda ya decir siesta (la única palabra que el castellano ha exportado al mundo, lo que dice mucho a favor nuestro).
Por el momento termino, tengo que mandar un correo electrónico... ¡perdón, herejía!, un “e-mail”. Luego me iré a hacer “chat” con la “pc” que me compré en una “sale off” el último “finde”. Tiene una “mother” de “up generation” y, como soy un “freak” del “multibooting”, consulté la “magazine” “Users” para su instalación que es lo más “cool” del “merchaising”.
En fin, sólo falta viajar a Miami y comprobar que todo esto es al divino botón... ¡¡¡Allí sí se habla el castellano!!!.
NOTA: El texto lo recibí por correo electrónico y fue retocado por Federico Martín Maglio para adaptarlo a la República Argentina
Nota de Ade: fue adaptado a la Argentina, pero aqui en Venezuela, nos resulta familiar ;).