Escrito por: Fran J. Girao - Santander - España
en su blog: El castellano actual
A veces resulta tan útil poder nombrar a alguien indeterminado como designar con nombres y apellidos a una persona. ¿Se han parado a pensar cómo podríamos referirnos a un sujeto genérico, a “un cualquiera”, si no fuese por nuestros queridos fulanos, menganos, zutanos y perenganos?. Al menos desde la experiencia del que suscribe, parece que su uso es más frecuente cuando hablamos de los dos primeros, y más excepcional, con los dos últimos. La RAE admite que, en una serie, “Fulano” siempre irá primero. Muchos países e idiomas del mundo tienen sus “fulanos” particulares y aquí en España tenemos que tener cuidado con su uso para no ofender pero es que, además, ¡tenemos aún más nombres para designar a personas genéricas!. Todo ello aquí…
“Fulano de tal con domicilio en calle del Pez número tal…” es un ejemplo prototípico de uso de nuestro “fulano”. Un “fulano” es alguien, cualquiera, cuya identidad no tiene importancia. Esa falta de trascendencia del sujeto aludido, derivó en un uso peyorativo de la palabra, que convive con el normal. Fue expresión traída por los árabes (fulán), extraída del egipcio, según la RAE. “Mengano”, de uso equivalente pero menor, proviene igualmente del árabe (man kán –“quien sea”-). “Perengano” es la fusión de “Pérez” y “Mengano”, por suponer ese apellido un recurso habitual y compañero corriente de nuestros protagonistas (¡hay tantos Pérez!). “Zutano” viene de la expresión “citano” (del latín scitanus, “sabido”) y con ella, por cierto, cierra don Sebastián de Covarrubias su “Tesoro de la lengua castellana”, remitiendo para su explicación a “fulano” (se conoce que tenía ganas de acabar la obra, porque poco tienen que ver en su etimología). Como quisiese, allí, Covarrubias tras hablar de la filiación de la palabra, amplía…
“Fulanillo y zutanillo por menosprecio, no dignándonos de señalarlos por sus nombres, y así vale tanto como gente ruin, de la cual se hace poco caso”.
El genial maestro nos ha introducido en el apasionante campo del uso peyorativo de los nombres en cuestión. En el discurso, el tono, las “lindezas” calificativas y el contexto nos darán la clave de cuándo “fulano” está siendo usado de manera ofensiva o menospreciativa. No es lo mismo decir…
“Un fulano me dio el periódico gratuito en la calle”
…que…
“¿Qué haces tú con este fulano?”La primera es el resultado lógico del desconocimiento de la persona anónima–para nosotros- que reparte prensa gratuita por la calle; la segunda es el preludio de una pelea por el ninguneo, la despersonalización, a un presente. Es el mismo caso que el uso de “fulano” en femenino… o, si cabe, éste último es más delicado. Y lo es porque si decimos que nos hemos encontrado con una “fulana” por la calle, se entenderá automáticamente que hemos visto una prostituta. El mismo hecho de la despersonalización y la poca importancia personal de ese tipo de “profesionales”, trajo la generalización de “fulana” como sinónimo de meretriz, lo que también convirtió “una cualquiera” en una expresión casi inconfundible. En el caso de aquel poco ducho en español –y por aquello de que no hay mejor forma de meter la pata que no querer hacerlo- recomiendo sustitutos. Y eso que no vale cualquiera, porque ya hemos dicho que la Real Academia Española establece que, según el uso –y el hablante poco ducho querrá hablar pareciéndose a los duchos-, “mengano”, “zutano” y “perengano” están subordinados. Es decir, pueden usarse, pero siempre en una serie, precedidos de “fulano” –el único que se usa sólo, por eso es el más utilizado-. Así las cosas recomiendo una huída hacia delante con el uso de un fósil latino como “quídam” (de quidam, “uno”, “alguno”), perfecto sinónimo. Otra opción es el uso del versátil “cualquiera” –de significado unívoco si no nos referimos a mujeres de dudosa reputación, de nuevo- o el inequívocamente despreciativo “don nadie”. Tampoco nos complicaremos si usamos una combinación nombre-apellido común en español: Pedro Pérez, Juan González…
Lo decíamos al principio: es tan importante poder llamar a Pedro Pérez (en el caso de que existiese realmente) que denominar a un buen “Fulano” (porque si no estuviese hablando de este tema hoy, bien podría haberlo usado en este párrafo en lugar de Pedro, para evitar confusiones sobre si me refiero a alguien supuestamente real o no). Si no fuese igual de importante, otras muchas culturas, países y lenguas no tendrían sus equivalentes.
Por las películas americanas sabemos que “John Doe” denomina a cualquiera del que no se conozca su nombre. Tiene origen de uso legal, y su equivalente femenino es su señora, Jane Doe.
Los árabes siguen usando “fulán”.
Los de Austria mencionan a “Herr/Frau Österreicher” (“señor/señora Austríacos”) y los suizos a “Herr/Frau Schweizer” (“señor/señora suizos”).
Los colombianos, guatemaltecos o venezolanos añaden a los ya citados para la lengua castellana al “perencejo”, sustituyendo a “perengano”.
Los franceses forman una especie de “fulano-mengano-zutano” con “Pierre-Paul-Jacques”, por lo corriente de los tres nombres. En ocasiones puede ser usado para denominar a un solo cualquiera, en lugar de a tres.
Los japoneses dicen “Nanashi-no-Gombei”, algo así como “Sin nombre, Tal y tal”.
Los tres países bálticos –al igual que Polonia, Dinamarca y Paraguay y algún país más- usan las iniciales “N.N.” Provienen de la expresión latina nomen nescio (literalmente “desconozco el nombre”).
Los checos hablan de “Jan Novák” y “Karel Vomáčka” y los alemanes de “Hans/Otto/Max”, “Erika Mustermann”…
Rusia usa el sonoro “Ivanov Ivan Ivanovich” y en las Filipinas no pueden huir de su pasado y designan a los desconocidos cualesquiera con los corrientes “Juan de la Cruz” y “Juanita de la Cruz”.
…Hay cada fulano por ahí fuera…
en su blog: El castellano actual
A veces resulta tan útil poder nombrar a alguien indeterminado como designar con nombres y apellidos a una persona. ¿Se han parado a pensar cómo podríamos referirnos a un sujeto genérico, a “un cualquiera”, si no fuese por nuestros queridos fulanos, menganos, zutanos y perenganos?. Al menos desde la experiencia del que suscribe, parece que su uso es más frecuente cuando hablamos de los dos primeros, y más excepcional, con los dos últimos. La RAE admite que, en una serie, “Fulano” siempre irá primero. Muchos países e idiomas del mundo tienen sus “fulanos” particulares y aquí en España tenemos que tener cuidado con su uso para no ofender pero es que, además, ¡tenemos aún más nombres para designar a personas genéricas!. Todo ello aquí…
“Fulano de tal con domicilio en calle del Pez número tal…” es un ejemplo prototípico de uso de nuestro “fulano”. Un “fulano” es alguien, cualquiera, cuya identidad no tiene importancia. Esa falta de trascendencia del sujeto aludido, derivó en un uso peyorativo de la palabra, que convive con el normal. Fue expresión traída por los árabes (fulán), extraída del egipcio, según la RAE. “Mengano”, de uso equivalente pero menor, proviene igualmente del árabe (man kán –“quien sea”-). “Perengano” es la fusión de “Pérez” y “Mengano”, por suponer ese apellido un recurso habitual y compañero corriente de nuestros protagonistas (¡hay tantos Pérez!). “Zutano” viene de la expresión “citano” (del latín scitanus, “sabido”) y con ella, por cierto, cierra don Sebastián de Covarrubias su “Tesoro de la lengua castellana”, remitiendo para su explicación a “fulano” (se conoce que tenía ganas de acabar la obra, porque poco tienen que ver en su etimología). Como quisiese, allí, Covarrubias tras hablar de la filiación de la palabra, amplía…
“Fulanillo y zutanillo por menosprecio, no dignándonos de señalarlos por sus nombres, y así vale tanto como gente ruin, de la cual se hace poco caso”.
El genial maestro nos ha introducido en el apasionante campo del uso peyorativo de los nombres en cuestión. En el discurso, el tono, las “lindezas” calificativas y el contexto nos darán la clave de cuándo “fulano” está siendo usado de manera ofensiva o menospreciativa. No es lo mismo decir…
“Un fulano me dio el periódico gratuito en la calle”
…que…
“¿Qué haces tú con este fulano?”La primera es el resultado lógico del desconocimiento de la persona anónima–para nosotros- que reparte prensa gratuita por la calle; la segunda es el preludio de una pelea por el ninguneo, la despersonalización, a un presente. Es el mismo caso que el uso de “fulano” en femenino… o, si cabe, éste último es más delicado. Y lo es porque si decimos que nos hemos encontrado con una “fulana” por la calle, se entenderá automáticamente que hemos visto una prostituta. El mismo hecho de la despersonalización y la poca importancia personal de ese tipo de “profesionales”, trajo la generalización de “fulana” como sinónimo de meretriz, lo que también convirtió “una cualquiera” en una expresión casi inconfundible. En el caso de aquel poco ducho en español –y por aquello de que no hay mejor forma de meter la pata que no querer hacerlo- recomiendo sustitutos. Y eso que no vale cualquiera, porque ya hemos dicho que la Real Academia Española establece que, según el uso –y el hablante poco ducho querrá hablar pareciéndose a los duchos-, “mengano”, “zutano” y “perengano” están subordinados. Es decir, pueden usarse, pero siempre en una serie, precedidos de “fulano” –el único que se usa sólo, por eso es el más utilizado-. Así las cosas recomiendo una huída hacia delante con el uso de un fósil latino como “quídam” (de quidam, “uno”, “alguno”), perfecto sinónimo. Otra opción es el uso del versátil “cualquiera” –de significado unívoco si no nos referimos a mujeres de dudosa reputación, de nuevo- o el inequívocamente despreciativo “don nadie”. Tampoco nos complicaremos si usamos una combinación nombre-apellido común en español: Pedro Pérez, Juan González…
Lo decíamos al principio: es tan importante poder llamar a Pedro Pérez (en el caso de que existiese realmente) que denominar a un buen “Fulano” (porque si no estuviese hablando de este tema hoy, bien podría haberlo usado en este párrafo en lugar de Pedro, para evitar confusiones sobre si me refiero a alguien supuestamente real o no). Si no fuese igual de importante, otras muchas culturas, países y lenguas no tendrían sus equivalentes.
Por las películas americanas sabemos que “John Doe” denomina a cualquiera del que no se conozca su nombre. Tiene origen de uso legal, y su equivalente femenino es su señora, Jane Doe.
Los árabes siguen usando “fulán”.
Los de Austria mencionan a “Herr/Frau Österreicher” (“señor/señora Austríacos”) y los suizos a “Herr/Frau Schweizer” (“señor/señora suizos”).
Los colombianos, guatemaltecos o venezolanos añaden a los ya citados para la lengua castellana al “perencejo”, sustituyendo a “perengano”.
Los franceses forman una especie de “fulano-mengano-zutano” con “Pierre-Paul-Jacques”, por lo corriente de los tres nombres. En ocasiones puede ser usado para denominar a un solo cualquiera, en lugar de a tres.
Los japoneses dicen “Nanashi-no-Gombei”, algo así como “Sin nombre, Tal y tal”.
Los tres países bálticos –al igual que Polonia, Dinamarca y Paraguay y algún país más- usan las iniciales “N.N.” Provienen de la expresión latina nomen nescio (literalmente “desconozco el nombre”).
Los checos hablan de “Jan Novák” y “Karel Vomáčka” y los alemanes de “Hans/Otto/Max”, “Erika Mustermann”…
Rusia usa el sonoro “Ivanov Ivan Ivanovich” y en las Filipinas no pueden huir de su pasado y designan a los desconocidos cualesquiera con los corrientes “Juan de la Cruz” y “Juanita de la Cruz”.
…Hay cada fulano por ahí fuera…
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