Se enfrentan en duelo la experimentada profesora de Literatura y la joven prodigio que es la única mujer que ha entrado en el top-8 nacional. Thailimar Montoya lleva una ventaja de más de 50 puntos y arriesga poco al formar una palabra aparentemente blindada: LOQUERA (la cuidadora de locos, que como venezolanismo adquiere otro significado). Sin estar segura de que aparezca en el diccionario, Rosario Suárez se atreve a colocar una “c” adelante: CLOQUERA.
“Una de las habilidades que te va dando este juego es desarrollar la intuición lingüística: hay palabras que tú no te sabes, pero que intuyes que pueden ser válidas”, explica la profesora de UCAB y UPEL y ex presidenta de la Asociación Venezolana de Scrabble. Cloquera sí existe: es la condición de la gallina clueca. Gracias a la configuración del tablero, Suárez voltea la partida y obtiene una victoria inolvidable.
“En una partida, para mí la estrategia tiene 50% de peso, el vocabulario 30% y el azar 20%”, explica otra jugadora con experiencia mundialista, Susana Harrington (su vocablo inolvidable: CÚFICAS). Azar: que te toquen letras oportunas cuando metas la mano en la bolsa de mezclar. Vocabulario: alcanzar los confines del idioma, mucho más allá de nuestra limitada expresión cotidiana. Estrategia: aprovechar el tablero como un campo de batalla —las casillas tienen distintas puntuaciones—, construir combinaciones inesperadas y calcular cuáles letras permanecen invisibles. De los juegos de palabras, el scrabble es probablemente el más organizado desde un punto de vista competitivo: Venezuela suma hasta cinco campeones individuales en Mundiales de lengua española, todos varones.
En una reciente Guarapita, te contábamos de los prejuicios de género alrededor del ajedrez. El scrabble, según estos estereotipos, parecería un “juego de chicas”: después de todo, aparentemente se basa más que todo en la habilidad verbal. Y sin embargo, en Venezuela sigue habiendo una brecha entre hombres y mujeres. “Déjame decirte que la mayoría de los jugadores muy competitivos no vienen del mundo de las letras o las humanidades, sino que están vinculados con otras áreas del conocimiento como la administración o la ingeniería”, detalla la profesora Suárez. “El scrabble en realidad es un juego de muchas estadísticas, por lo que aparentemente seduce fácil al cerebro masculino, según las convenciones sociales. Pero eso no tiene nada que ver con la realidad. En Venezuela contamos con mujeres talentosísimas. Quizás la diferencia viene porque nosotras nos seguimos ocupando de más responsabilidades en el hogar”.
Thailimar Montoya es madre de Mathias Alessandro (1 año de edad), emprendedora del diseño gráfico y scrabblista de alta competencia desde los 16 años. De hecho, cumplió la mayoría de edad en medio de un torneo (palabra ganadora memorable: EXEDRAS). Jugando scrabble también conoció al padre de su niño, contra el que ha disputado más de 1.200 partidas de primer nivel. “No creo en diferencias marcadas entre hombres y mujeres, ni en tabúes en los cuales algún sexo se imponga abiertamente en ninguna especialidad. La voluntad humana carece de límites. El que se propone algo, hombre o mujer, si se esfuerza lo puede lograr”. |
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