El cubano mascaba buyo frente a la huevería mientras trataba de reparar el calapié de su bicicleta con una navaja que usaba como limador. En un canasto llevaba albardilla para emborrazar un guanajo. Había llenado su caramañola con ayuda de un patajú. Cuando por fin se sentó en la bici se sintió alípedo, hasta que todos los fijones alrededor unisonaron: ¡Cuidado con la guagua! Ese grito le salvó la vida.
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