Hablábamos ayer del tiempo con Theyedropper y GOLDRIKCH, de lo fatigoso que se hace concluir la jornada laboral sabiendo que fuera, en la calle, ya es verano. Y es que no es lo mismo salir de trabajar a las 7 de la tarde de un mes de enero cuando ya hace rato que ha anochecido y el frío arrecia, que a las 7 de los días en los que el mercurio se derrite hasta superar los 30ºC y el sol pasa de unos vespertinos Lunnis.
Aquí la menda, tenía muy asimilada la sanísima costumbre del horario de verano, herencia de mi primer trabajo, pero, cosas de los clientes y la entrega abnegada a estos de los socios que me han tocado en suerte, hace años fue desterrada. Lástima.
No obstante, lo que sí estoy intentando desde hace unas semanas es salir disparada del despacho justo en el momento en el que el reloj marca las 19:00 h. Llegar a casa, ponerme cómoda mientras Grissom (el gato) me persigue por toda la casa y preparar el escenario de la partida. El tabaco, un cenicero, un par de Coca-colas y un tablero, pero no cualquiera, hay juegos que no está permitido nombrar según decreto no de ley de A. En realidad, la única condición que pone es que pueda ganar de vez en cuando y lo entiendo. Es difícil encontrar motivación en la derrota.
Así pues, jugamos en la terraza hasta que echo de menos mi Autan, señal inequívoca de dos cosas: 1) ya no hay luz y 2) alguna serie está a punto de empezar.
De momento, quedamos empatados en la jornada del Scattergories, gano de 1 en el Scrabble y ayer me ganó de rasquis al Trivial.
Hoy son casi las 21:00 y sigo aquí, en la oficina, así que no podrá ser, pero tampoco importa demasiado. Lleva todo el día amenazando lluvia.
Aquí la menda, tenía muy asimilada la sanísima costumbre del horario de verano, herencia de mi primer trabajo, pero, cosas de los clientes y la entrega abnegada a estos de los socios que me han tocado en suerte, hace años fue desterrada. Lástima.
No obstante, lo que sí estoy intentando desde hace unas semanas es salir disparada del despacho justo en el momento en el que el reloj marca las 19:00 h. Llegar a casa, ponerme cómoda mientras Grissom (el gato) me persigue por toda la casa y preparar el escenario de la partida. El tabaco, un cenicero, un par de Coca-colas y un tablero, pero no cualquiera, hay juegos que no está permitido nombrar según decreto no de ley de A. En realidad, la única condición que pone es que pueda ganar de vez en cuando y lo entiendo. Es difícil encontrar motivación en la derrota.
Así pues, jugamos en la terraza hasta que echo de menos mi Autan, señal inequívoca de dos cosas: 1) ya no hay luz y 2) alguna serie está a punto de empezar.
De momento, quedamos empatados en la jornada del Scattergories, gano de 1 en el Scrabble y ayer me ganó de rasquis al Trivial.
Hoy son casi las 21:00 y sigo aquí, en la oficina, así que no podrá ser, pero tampoco importa demasiado. Lleva todo el día amenazando lluvia.
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