No suelo rasgarme las vestiduras, entre otras cosas porque no me quedan uñas, pero esta vez lo haré.
La multinacional que gestiona los derechos de mi juego favorito, el Scrabble, ha anunciado un cambio de reglas horripilante.
Hace un par de semanas, Mattel hizo público que a partir de julio el clásico juego de las palabras cruzadas admitirá nombres propios.
Hasta ahora, los diccionarios oficiales en las distintas lenguas (en catalán, que es la lengua en la que juego, el DOSC de Enciclopèdia) sólo recogían las entradas de los diccionarios de ámbito general. Es decir, nombres comunes, adjetivos, adverbios, preposiciones, pronombres y opnis (otras partículas no identificadas) como latinajos del tipo ipso facto o sine die.
En la nueva versión que saldrá en julio (en inglés) se aceptarán antropónimos, topónimos e incluso nombres comerciales.
La razón esgrimida es de aúpa: se trata de que la gente joven se lance a jugar.
El argumento de Mattel es que a los jóvenes (británicos, en este caso) el Scrabble les parece un juego demasiado difícil.
Es decir, que combinar siete letras deviene una tarea ciclópea si sólo se te permiten las palabras correctas.
En cambio, si ves en el tablero el verbo clear (limpiar), además de completarlo con los sufijos pertinentes -ed o -ing, a partir de ahora también podrás endilgarle un -asil y quedarte tan ancho formando la marca de tu crema antiespinillas: Clearasil.
Ya se ve que la decisión la ha tomado un experto en marketing que no juega a Scrabble, porque los grandes conflictos se dan siempre ante palabras que podrían estar pero no están en la lista predeterminada que ejerce de árbitro.
Y ya me dirán qué lista cerrada va a contener todos los nombres propios, topónimos y marcas comerciales del planeta. Estará Jameson por el whisky irlandés, pero ¿qué me dicen de la ratafía Bosch? De acuerdo, puede que Bosch esté en la lista por la marca alemana de electrodomésticos, pero entonces ¿qué me dicen de Russet, que es la marca de ratafía de referencia?
¿Se jugará con Google de árbitro?
Cuando, en los ochenta, mi amigo Oriol Comas y yo íbamos a casa de Tísner a jugar con él a Scrabble, al maestro le gustaba tomarnos el pelo colándonos palabras extrañísimas que resultaban difíciles de documentar más allá de su erudición.
Para esquivar sus bromas, empezamos pactando el diccionario de Pompeu Fabra como árbitro, pasamos luego al Alcover-Moll (català-valencià-balear) y al final acabamos jugando con toda la Gran Enciclopèdia Catalana como árbitro.
Pero aun así Tísner nos toreaba asegurándonos que aquella palabreja que se acababa de inventar procedía del náhuatl, lengua con la que estaba familiarizado de su exilio en México.
Eso es lo que sucederá si a alguien se le ocurre aplicar estas nuevas normas del Scrabble. Que topará con un Tísner que le tomará el pelo.
Busco la reacción que la medida de Mattel ha provocado entre los columnistas británicos y localizo un artículo delicioso de Ariane Sherine en The Guardian.
Sherine especula sobre las consecuencias de tener que reemplazar el diccionario Collins por la revista Heat y da un paso más en la simplificación anunciada.
Ya puestos, ¿por qué no aceptar palabras mal escritas, en grafía sms? Sherine le llama Txtspk Scrabble. Luego se anima y aboga por un Creative Scrabble, en el que el jugador inventa sus propias palabras.
Si Mattel pretende exportar su idea a otras lenguas, les brindo un nombre para la versión castellana: Scrabble Vivalavirgen. Seguro que encontrarán a algún cocinero que se anime a apadrinarlo. Esto es el acabose. ...
escrito por: MariusSerra@verbalia.com
tomado de: LaVanguardia.es
La multinacional que gestiona los derechos de mi juego favorito, el Scrabble, ha anunciado un cambio de reglas horripilante.
Hace un par de semanas, Mattel hizo público que a partir de julio el clásico juego de las palabras cruzadas admitirá nombres propios.
Hasta ahora, los diccionarios oficiales en las distintas lenguas (en catalán, que es la lengua en la que juego, el DOSC de Enciclopèdia) sólo recogían las entradas de los diccionarios de ámbito general. Es decir, nombres comunes, adjetivos, adverbios, preposiciones, pronombres y opnis (otras partículas no identificadas) como latinajos del tipo ipso facto o sine die.
En la nueva versión que saldrá en julio (en inglés) se aceptarán antropónimos, topónimos e incluso nombres comerciales.
La razón esgrimida es de aúpa: se trata de que la gente joven se lance a jugar.
El argumento de Mattel es que a los jóvenes (británicos, en este caso) el Scrabble les parece un juego demasiado difícil.
Es decir, que combinar siete letras deviene una tarea ciclópea si sólo se te permiten las palabras correctas.
En cambio, si ves en el tablero el verbo clear (limpiar), además de completarlo con los sufijos pertinentes -ed o -ing, a partir de ahora también podrás endilgarle un -asil y quedarte tan ancho formando la marca de tu crema antiespinillas: Clearasil.
Ya se ve que la decisión la ha tomado un experto en marketing que no juega a Scrabble, porque los grandes conflictos se dan siempre ante palabras que podrían estar pero no están en la lista predeterminada que ejerce de árbitro.
Y ya me dirán qué lista cerrada va a contener todos los nombres propios, topónimos y marcas comerciales del planeta. Estará Jameson por el whisky irlandés, pero ¿qué me dicen de la ratafía Bosch? De acuerdo, puede que Bosch esté en la lista por la marca alemana de electrodomésticos, pero entonces ¿qué me dicen de Russet, que es la marca de ratafía de referencia?
¿Se jugará con Google de árbitro?
Cuando, en los ochenta, mi amigo Oriol Comas y yo íbamos a casa de Tísner a jugar con él a Scrabble, al maestro le gustaba tomarnos el pelo colándonos palabras extrañísimas que resultaban difíciles de documentar más allá de su erudición.
Para esquivar sus bromas, empezamos pactando el diccionario de Pompeu Fabra como árbitro, pasamos luego al Alcover-Moll (català-valencià-balear) y al final acabamos jugando con toda la Gran Enciclopèdia Catalana como árbitro.
Pero aun así Tísner nos toreaba asegurándonos que aquella palabreja que se acababa de inventar procedía del náhuatl, lengua con la que estaba familiarizado de su exilio en México.
Eso es lo que sucederá si a alguien se le ocurre aplicar estas nuevas normas del Scrabble. Que topará con un Tísner que le tomará el pelo.
Busco la reacción que la medida de Mattel ha provocado entre los columnistas británicos y localizo un artículo delicioso de Ariane Sherine en The Guardian.
Sherine especula sobre las consecuencias de tener que reemplazar el diccionario Collins por la revista Heat y da un paso más en la simplificación anunciada.
Ya puestos, ¿por qué no aceptar palabras mal escritas, en grafía sms? Sherine le llama Txtspk Scrabble. Luego se anima y aboga por un Creative Scrabble, en el que el jugador inventa sus propias palabras.
Si Mattel pretende exportar su idea a otras lenguas, les brindo un nombre para la versión castellana: Scrabble Vivalavirgen. Seguro que encontrarán a algún cocinero que se anime a apadrinarlo. Esto es el acabose. ...
escrito por: MariusSerra@verbalia.com
tomado de: LaVanguardia.es
3 comentarios:
Esos cambios son sólo para una edición especial, el Scrabble tradicional queda exactamente igual, con las mismas reglas que se usan mundialmente hoy en día
Aquí está la nota, http://bit.ly/c1692m
Aunque sea una edición especial no deja de ser una mala noticia. El juego del scrabble no debe guiarse únicamente por cuestiones comerciales.
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