GALARDÓN Herta Müller es la ganadora del Nobel de Literatura 2009
Müller: "Cuantas más palabras usamos, más libres nos volvemos"
Müller: "Cuantas más palabras usamos, más libres nos volvemos"
La escritora leyó en la Academia Sueca su discurso de agradecimiento, titulado "Cada palabra sabe algo del circulo vicioso"
ESTOCOLMO EFE
La escritora rumano-alemana Herta Müller, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2009, recorrió ayer, con un descorazonador juego literario, las cicatrices de su existencia, que no son otras que las de la propia historia del siglo XX. Lo hizo durante el discurso de agradecimiento por el galardón, que tituló "Cada palabra sabe algo del círculo vicioso" y que leyó en una ceremonia previa a la entrega del Nobel, que se llevará a cabo el jueves.
"Los objetos no conocen su propio material, los gestos no conocen sus sentimientos y las palabras no conocen las bocas que las hablan. Pero, para estar seguros de nuestra existencia, necesitamos los objetos, los gestos y las palabras. Cuantas más palabras usamos, más libres nos volvemos", dijo Müller, quien sufrió los vejámenes de la censura durante la dictadura de Nicolai Ceaucescu en Rumania.
La escritora, nacida en ese país en 1953, proveniente de una familia de Suabia, hiló los recuerdos de una vida marcada por la intersección del nazismo y el comunismo: la comunidad suaba cargó con las culpas del primero y fue azotada por el segundo.
"¿Llevas pañuelo?", le preguntaba su madre cada mañana antes de salir de casa. Era una muestra indirecta de afecto -explicó- en un entorno familiar tan opresivo como el que describió en la novela En tierras bajas, en el que las palabras más comunes levantaban una cotidianeidad irrespirable. Llevó ese mismo pañuelo al contexto de una planta manufacturera de la que fue despedida tras ser acusada de espía al no querer colaborar con la Securitate, el servicio secreto de Rumania.
"Puedes defenderte de mi ataque, pero no puedes hacer nada contra la calumnia. Cada día me preparaba para cualquier cosa, incluida la muerte. Pero no puedes estar lista para esta perfidia. No hay entrenamiento para hacerla tolerable", expresó.
Y ese pañuelo también aparecía en la foto de la muerte de su tío Matz, que sucumbió a la ideología nacionalsocialista, o en la imagen de su amigo, colega y compatriota Oskar Pastior, quien -durante su permanencia en un campo de concentración ruso -lo recibió como regalo de una mujer que esperaba que su hijo volviera de la guerra.
"¿Podemos decir que son precisamente los pequeños objetos los que conectan las cosas más disparatadas de la vida? ¿Que los objetos están en órbita y sus desviaciones revelan un patrón de repetición, un círculo vicioso o, como decimos en alemán, un círculo del infierno? Podemos creerlo, pero no decirlo. Pero, lo que todavía no puede ser dicho, puede ser escrito", señaló.
"He reaccionado ante el miedo mortal con sed por la vida. Un hambre por las palabras. Sólo un remolino de palabras pudo entender mi condición", dijo con amargura. "Gracias a ellas, nada tiene sentido y todo es verdad", indicó Müller, quien ha retratado en cada una de sus novelas la soledad del ser humano.
enviado por: Humberto Lattuf (18 ene 2009)
La escritora rumano-alemana Herta Müller, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2009, recorrió ayer, con un descorazonador juego literario, las cicatrices de su existencia, que no son otras que las de la propia historia del siglo XX. Lo hizo durante el discurso de agradecimiento por el galardón, que tituló "Cada palabra sabe algo del círculo vicioso" y que leyó en una ceremonia previa a la entrega del Nobel, que se llevará a cabo el jueves.
"Los objetos no conocen su propio material, los gestos no conocen sus sentimientos y las palabras no conocen las bocas que las hablan. Pero, para estar seguros de nuestra existencia, necesitamos los objetos, los gestos y las palabras. Cuantas más palabras usamos, más libres nos volvemos", dijo Müller, quien sufrió los vejámenes de la censura durante la dictadura de Nicolai Ceaucescu en Rumania.
La escritora, nacida en ese país en 1953, proveniente de una familia de Suabia, hiló los recuerdos de una vida marcada por la intersección del nazismo y el comunismo: la comunidad suaba cargó con las culpas del primero y fue azotada por el segundo.
"¿Llevas pañuelo?", le preguntaba su madre cada mañana antes de salir de casa. Era una muestra indirecta de afecto -explicó- en un entorno familiar tan opresivo como el que describió en la novela En tierras bajas, en el que las palabras más comunes levantaban una cotidianeidad irrespirable. Llevó ese mismo pañuelo al contexto de una planta manufacturera de la que fue despedida tras ser acusada de espía al no querer colaborar con la Securitate, el servicio secreto de Rumania.
"Puedes defenderte de mi ataque, pero no puedes hacer nada contra la calumnia. Cada día me preparaba para cualquier cosa, incluida la muerte. Pero no puedes estar lista para esta perfidia. No hay entrenamiento para hacerla tolerable", expresó.
Y ese pañuelo también aparecía en la foto de la muerte de su tío Matz, que sucumbió a la ideología nacionalsocialista, o en la imagen de su amigo, colega y compatriota Oskar Pastior, quien -durante su permanencia en un campo de concentración ruso -lo recibió como regalo de una mujer que esperaba que su hijo volviera de la guerra.
"¿Podemos decir que son precisamente los pequeños objetos los que conectan las cosas más disparatadas de la vida? ¿Que los objetos están en órbita y sus desviaciones revelan un patrón de repetición, un círculo vicioso o, como decimos en alemán, un círculo del infierno? Podemos creerlo, pero no decirlo. Pero, lo que todavía no puede ser dicho, puede ser escrito", señaló.
"He reaccionado ante el miedo mortal con sed por la vida. Un hambre por las palabras. Sólo un remolino de palabras pudo entender mi condición", dijo con amargura. "Gracias a ellas, nada tiene sentido y todo es verdad", indicó Müller, quien ha retratado en cada una de sus novelas la soledad del ser humano.
enviado por: Humberto Lattuf (18 ene 2009)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario