por
Joan M. Lázaro
Todas las palabras en rojo son válidas según el DRAE
El sapillo y la ranilla
salieron a pasear:
él, a la luz de la lunilla,
se quería declarar.
Debajo de una hojilla
se fueron a sentar.
-Qué bien bajo este toldillo
tan fresco y natural,
suspiró la ranilla,
mientras él cogió una uvilla
y se la quiso regalar.
Ella melosa le dijo:
-Hazme un zumillo,
que me gusta mucho más.
Y él, galante, así lo hizo
pues la quería conquistar,
y en un florido vasillo
le sirvió el dulce manjar.
Tras cuatro gin-tonics con pepino,
él se dedicó a atacar:
-Eres tan linda y monilla
que contigo me quiero arrejuntar.
Contestó la ranilla:
-De medidas andas justillo,
y más que un sapo pareces un piojillo,
pero serás mi amorcillo
cuando pasemos por el altar.
La
boda será en Sebiya,
que
allí mis primillas
me
darán un buen ajuar.
-¡Ay!
No seas malilla,
y
súbete las faldillas,
que
esas ancas tan bonitas
las
quiero ya disfrutar.
-No
seas impaciente, ijillo,
que
hasta que no haya anillo
ni
un trapillo me quitarás
Y
aquí acaba la historia
del
sapillo y la ranilla,
porque
él se fue a Castilla,
en
busca de una rana más liberal.
Y
ella puso una velilla
al
santo del lugar,
esperando
que llegara
el
príncipe de Beckelar.