Para aquellos que tengas hijos, nietos, sobrinos, ahijados... y para los más viejitos como yo :) les dejo un agradable ejercicio de completar palabras.
La página de donde lo saque, es una escultura a la ortografía, pase un buen rato jugando y recordando los tiempos de escuela, y me pareció un ejercicio ideal de velocidad y cerebro, inténtenlo... cientos de ejercicios, para nutrir el corazón, las ideas y la mente.
La página de donde lo saque, es una escultura a la ortografía, pase un buen rato jugando y recordando los tiempos de escuela, y me pareció un ejercicio ideal de velocidad y cerebro, inténtenlo... cientos de ejercicios, para nutrir el corazón, las ideas y la mente.
Y porque no, para recordar como en este caso, la lectura de una obra maestra.
Don Quijote es armado caballero
-¡Venid aquí, _ribones -decía-,
que _oy a daros lo que os merecéis!
Pero las piedras siguieron _oviendo cada vez con más fuerza,
y don Quijote s_lo salvó la cabeza, gracias
a que el _entero salió por la puerta gritando:
-¡De_en de tirar piedras!
¿No ven que este hombre no sabe lo que _ace?
-¡Juro por la hermosa Dulcinea del To_oso
que castigaré esta ofensa! -clama_a don Quijote.
Cuando el ventero logr_ por fin apaciguar
a los que tira_an las piedras,
salió a toda pr_sa al patio y le dijo a don Quijote:
-Ya _abéis velado bastante las armas.
Arrodillaos, que voy _a armaros caballero.
Entonces sac_ el libro en el que anotaba
los g_stos de sus clientes y,
mientras _acía como que leía una oración,
golpeó a don Quijote con la espada en la nuca y los _ombros,
tal y como se hacía en los libros de caballer_as.
-Yo os no_bro caballero -proclamó.
La ceremonia _era un puro disparate,
pero don Quijote no cabía en s_ de gozo.
Abrazó al ventero con entusiasmo y le di_o:
-Abridme las puertas del casti_o,
porque de_o partir cuanto antes
a a_udar a las viudas y a los huérfanos.
-Primero tendr_is que pagarme la cena
y la paja de _uestro caballo -respondió el ventero.
-¿Pagaros? -¿Es que no llev_is dinero?
-Ni blanca, porque nunca _e leído
que los caballeros andantes lle_en dinero encima.
que _oy a daros lo que os merecéis!
Pero las piedras siguieron _oviendo cada vez con más fuerza,
y don Quijote s_lo salvó la cabeza, gracias
a que el _entero salió por la puerta gritando:
-¡De_en de tirar piedras!
¿No ven que este hombre no sabe lo que _ace?
-¡Juro por la hermosa Dulcinea del To_oso
que castigaré esta ofensa! -clama_a don Quijote.
Cuando el ventero logr_ por fin apaciguar
a los que tira_an las piedras,
salió a toda pr_sa al patio y le dijo a don Quijote:
-Ya _abéis velado bastante las armas.
Arrodillaos, que voy _a armaros caballero.
Entonces sac_ el libro en el que anotaba
los g_stos de sus clientes y,
mientras _acía como que leía una oración,
golpeó a don Quijote con la espada en la nuca y los _ombros,
tal y como se hacía en los libros de caballer_as.
-Yo os no_bro caballero -proclamó.
La ceremonia _era un puro disparate,
pero don Quijote no cabía en s_ de gozo.
Abrazó al ventero con entusiasmo y le di_o:
-Abridme las puertas del casti_o,
porque de_o partir cuanto antes
a a_udar a las viudas y a los huérfanos.
-Primero tendr_is que pagarme la cena
y la paja de _uestro caballo -respondió el ventero.
-¿Pagaros? -¿Es que no llev_is dinero?
-Ni blanca, porque nunca _e leído
que los caballeros andantes lle_en dinero encima.
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