Aglaia Constantin: la mujer de las palabras y campeona colombiana de Scrabble.
La periodista de 80 años ocupó el puesto 11, entre 148 concursantes, en el más reciente mundial
Catalina Gallo Rojas
Bogotá - 18 ABR 2025
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“Gravable” fue la palabra que le dio el primer triunfo a la bogotana Aglaia Constantin en un mundial de Scrabble, en 2004. No podía escribir de lo nerviosa que estaba en la competencia del juego de mesa en el que, con fichas de letras, se forman palabras sobre un tablero. Le pidió al juez que le confirmara si esa palabra, que su contendor acababa de poner sobre el tablero, era válida. Resultó ser incorrecta, el jugador debió levantar sus fichas y la colombiana obtuvo una ventaja con la que ganó la partida.
Constantin ha jugado en todos los campeonatos mundiales desde entonces excepto uno en Paraguay, porque Avianca le cambió su vuelo y no pudo viajar. Siente especial orgullo de haber quedado en el puesto 11 en 2024, en Granada (España), entre 148 participantes, pues si bien en el pasado ocupó la octava casilla —eran 90 competidores—, dice que el resultado reciente la hace muy feliz. “Sobre todo a esta edad reconforta mucho”, explica a sus 80 años.
Señala que logró este puesto pese a que cometió errores porque tiene una degeneración macular por su edad de la que el médico le dijo que no tiene remedio. Como ha perdido visión, confundió en el tablero una casilla azul claro con una azul oscuro, que dan valores diferentes a las palabras que se construya sobre estas, y por ello perdió la opción de ganar un mayor puntaje.
Pero esto no la aleja de su pasión: “Vivo enamorada de las palabras, de las letras, de los idiomas y de la gramática”. Por años hacía sopas de letras y crucigramas, cuenta, y cuando conoció el Scrabble se enamoró aún más. Habla, además del español, francés, y dice que chapucea inglés y alemán, y que ha estudiado ruso y portugués. También estudió griego durante un año para comunicarse con familiares de su padre griego, del que vienen su nombre y su apellido, pero afirma que no se le dio. “Soy pésima con el griego, lo hablo sin conjugar y sin declinar”.
Las competencias
Constantin comenzó a competir en Scrabble después de que su hija le contó que en el club El Nogal, de Bogotá, dictaban clases. Allí no solo conoció a Juan Carlos Consuegra, presidente de la Asociación Colombiana de Scrabble, sino que le ganó las dos partidas que jugaron. Él la invitó a la asociación, que fue la puerta a participar en torneos nacionales, regionales —como el austral, el andino, el de Centroamérica y Norteamérica, o el europeo— y mundiales. Además, cada país realiza sus competencias, que en Colombia consiste en tres torneos abiertos que dan 10 cupos para el mundial. Constantin ha sido campeona nacional cuatro veces y dos veces campeona andina.
Los miembros de la Asociación en Bogotá se reúnen a jugar todos los miércoles en la Biblioteca Julio Mario Santodomingo y otro día de la semana en el Centro Comercial Portoalegre, al nororiente de la ciudad. Puede participar cualquier persona que lo desee, sin costo, una manera de dar los primeros pasos en las competencias. Los amantes y competidores de este juego también se encuentran en otros lugares como Medellín, Cali, Pereira y Boyacá.
Constantin, que trabajó toda su vida con la aerolínea Air France después de estudiar periodismo y publicidad en la Pontificia Universidad Javeriana, ha pagado de su bolsillo todas sus competiciones en todos países del mundo porque la asociación no cuenta con recursos. Vivió en Francia un tiempo, tuvo dos hijas y ya es bisabuela. Hoy espera que sus dos bisnietos hereden su pasión por el juego, porque ya es claro que ni sus hijas ni sus nietos aman tanto las palabras como ella.
Juega todas las semanas, cuatro partidas en su casa o en la de alguna amiga, todos los días juega en línea y siempre lee con diccionario al lado, su principal herramienta para aumentar su vocabulario. Afirma que los mundiales son otra gran escuela, porque las palabras con las que le ganan quedan en su memoria. En una ocasión iba ganando una partida a un francés y en la última jugada él armó la palabra “sinamay”, una tela muy fina que se fabrica en Filipinas. Ganó.
En esos torneos ha conocido japoneses que compiten en español, y también al campeón mundial, el neozelandés Nigel Richards, que no habla el idioma, pero se aprendió el diccionario. “Es una vergüenza para nosotros, no podemos entrenar tanto para competirles a estos genios”, dice sonriente Constantin.
Esa memoria es fundamental. Cuando comenzó a competir lo primero que le entregaron fue la lista de las palabras de tres letras, indispensables para alargar las palabras o para colgarse con nuevas letras. Cuenta que estaba estudiando alemán y le pareció que el listado era más complicado que ese nuevo idioma.
En español no juegan con la “w” ni con la “k”, aunque todavía están la “ch”, la “ll” y la “rr”, que la Real Academia excluyó de su diccionario, el reglamentario. Las competencias se rigen con su vigésima tercera edición, que fue renovada hace 6 o 7 años y llevó a Constantin a lo que le resulta más difícil: desaprender, porque ciertos verbos ya no se conjugan, algunas palabras ya no aparecen. Señala que lleva muchas palabras indígenas mexicanas o gentilicios españoles. “Nuestros indígenas no están en el diccionario y tampoco todos los gentilicios. Ellos nos llevan ventaja, aunque en 20 años compitiendo nos hemos aprendido también su historia”.
No solo palabras
Para jugar Scrabble también es fundamental la estrategia, que lleva a definir si es bueno ampliar o cerrar el juego, a elegir cuándo cambiar las fichas con las letras (se lleva la cuenta de las que se han usado, pues trae determinada cantidad de fichas de cada letra). También incide la psicología, como en los deportes competitivos. “En este último mundial me fue tan bien porque estaba tranquila, no me asusté con los contendores. Como tengo el problema en los ojos dije: “Bueno, voy a ir, pero a perder y eso me ayudó”.
No sabe si irá al mundial de Santiago de Chile de septiembre de este año, porque en este momento de su vida solo planea con 15 días de anticipación. Por ahora sigue muy activa: club de lectura, un grupo para ir a conciertos, sus amigas del colegio y su hija que vive en Colombia. Cuenta que ha sido siempre muy independiente y que desde hace varios años vive sola y a la vez muy bien acompañada. “El Scrabble ha sido mi compañía, mi distracción, mi maestro, me ha dado la oportunidad de conocer gente. Me pongo nerviosa cuando juego. Me gusta la competencia, me gusta ganar, pero eso no me envanece y perder no me entristece”.
Fotos: Andrés Galeano
Tomado de: El País
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