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13 de diciembre de 2023

11 de agosto de 2023

La mujer que almacena palabras

Uruguay tiene una campeona mundial de Scrabble en español, el juego de mesa que consiste en formar palabras que se crucen entre sí sobre un tablero. Su nombre es Selene Delgado, tiene 58 años y dedica la mayor parte de su vida a estudiar el diccionario, jugar partidos en internet y reunirse con sus compañeros del Club Uruguayo de Scrabble.

Selene Delgado duerme con los dos tomos del Diccionario de la Real Academia Española sobre la mesa de luz. Todas las noches, antes de cerrar los ojos, lo estudia. Recorre las páginas de estos libros gordísimos con la intención de memorizar las 93.000 palabras que contienen. No es escritora, lingüista o traductora, sino una aficionada. Jamás ha leído un libro que no fuera para la escuela o el liceo, salvo por esta compilación de definiciones a cuya lectura dedica entre dos y cuatro horas por día. Con estos dos libros le alcanza porque ella solo busca una cosa: ganar en el Scrabble.

La vida de Selene gira en torno a este juego de mesa que conoció hace 24 años. El Scrabble consiste en formar palabras que se crucen entre sí, de la misma forma que un crucigrama, al momento de colocarlas en el tablero. El juego contiene una bolsita con 98 fichas cuadradas. Cada una tiene impresa alguna letra del abecedario y hay dos fichas en blanco que funcionan como comodines. Las letras tienen un valor del 1 al 10 y el objetivo es conseguir la mejor puntuación posible formando palabras sobre el tablero de 225 casilleros. Algunos de estos casilleros duplican o triplican el valor de la ficha o de la palabra que los ocupa.

Selene tiene 58 años y vive sola en un modesto departamento ubicado en el barrio La Comercial. La mayor parte de su vida la pasó trabajando en una fábrica de cotillón y actualmente es dueña de un almacén a pocas cuadras de su casa al que dedica escasas horas de trabajo semanal. Más allá de algunas reuniones familiares con hermanos y sobrinos, su rutina consiste en estudiar y practicar el juego. Calcular minuciosamente su estrategia para ganar los partidos. Selene ha triunfado cientos de veces y en 2017 fue coronada como la campeona mundial de Scrabble en español en el XXI torneo anual que se disputó en Paraguay. Fue la segunda mujer en ganar este campeonato mixto en los últimos 25 años.

Su foto de perfil de WhatsApp la transporta a ese momento que ella cataloga como el mejor día de su vida, el momento en que se envolvió con la bandera de Uruguay como si fuera una manta y puso su mejor sonrisa ante las personas que querían fotografiarla con su copa en brazos. Ella no solo eligió la foto que representa su mayor logro en la vida, sino también la que es su mayor aspiración. Selene tiene el objetivo de obtener una segunda copa de oro. Es por eso que cada mañana se levanta, prepara el mate y enciende la computadora para jugar un partido de Scrabble online. Juega entre 10 y 12 veces al día.

Pero la campeona también se enfrenta a retos en el mundo real cada jueves y sábado, cuando compite contra sus compañeros del Club Uruguayo de Scrabble (CUS), asociación civil registrada en 2006, pero que existe desde 1998. Selene conoció el club por medio de quien era su patrona en la fábrica de cotillón. Aunque en un principio su jefa y amiga le aseguraba que el juego no la entretendría, Selene, motivada por la curiosidad, le insistió para que la llevara a una reunión del club. Luego de la primera reunión, decidió unirse al grupo. Al año siguiente ganó el campeonato nacional.

Históricamente el CUS se reunía en el Nautilus, el yacht club a orillas del Río de la Plata en Punta Carretas, pero ahora el grupo se alterna entre el Hotel Regency sobre la avenida Rivera y Julio César y el sótano del café La Coruñesa, en la esquina entre San José y Julio Herrera y Obes. El club está compuesto por 15 personas y fue allí donde Selene conoció lo que es la amistad basada en la pasión compartida.

Pero, más allá de esta cuestión emocional, los aficionados también resolvieron un problema práctico: finalmente pudieron competir con personas que estaban a su nivel. Hacía varios años que muchos de ellos habían dejado de jugar con sus familias y amigos una tarde de domingo porque triunfaban en el 100% de las partidas y no solo generaban resentimiento, sino que cancelaban la diversión. Era imposible competir contra ellos. Por eso se resignaban a jugar partidos por internet y rezar para cruzarse con otro aficionado en algún lugar de Montevideo. Hoy esos aficionados conforman un grupo en donde no solo los une la pasión por el Scrabble, sino también el hecho de ser casi todos jubilados, la mayoría abuelos.

Un reto de mentes ágiles

“A pesar de que el juego es sobre palabras, tiene mucho de matemáticas y de estrategia”, explica Selene. Eso es lo que más le gusta, la estrategia. De hecho, aunque camina por la calle analizando las palabras de los carteles que se cruza, no se considera hábil con el lenguaje. Por el contrario, su relación con las palabras está a medio camino entre el afecto y el desprecio. “A veces las odio porque son muchas y no puedo recordarlas todas”, asegura. Su memoria la traiciona y es por eso que la campeona decidió facilitar su pensamiento al centrarse en memorizar la palabra, pero no su significado.

Eso es lo que le acaba de suceder mientras juega contra otro de los miembros del CUS un sábado de mañana en el sótano de La Coruñesa. Selene hace scrabble, algo a lo que siempre apuntan los mejores jugadores y que consiste en utilizar las siete letras de su turno para así sumar 50 puntos adicionales a los conseguidos con la palabra. Coloca “saetead” en el tablero, pero no tiene la menor idea de lo que significa. No sabe que es la conjugación imperativa en segunda persona del plural del verbo asaetear, “disparar saetas contra alguien”, según la RAE. A ella solo le importa que consiguió el mayor puntaje posible. “Acá es cuando la campeona se despega”, dice su contrincante Daniel Lalanne, de 68 años, con complicidad.

Selene viste unos pantalones de jogging negros Adidas que combinan con sus championes de la misma marca y arriba se ha puesto un buzo rosado y una bufanda multicolor. Sus uñas están tan cortas que carecen del borde libre y no lleva puestas caravanas ni anillos. Durante la media hora que dura el juego, no emite comentarios. Tampoco mira a su oponente. Se concentra en su propio juego, en sus letras. Sus brazos y sus piernas se cruzan como un pretzel. Aprieta los labios. Su cuerpo inerte favorece el trabajo que está ocurriendo en su mente, donde miles de palabras desfilan a toda velocidad.

Cada vez que los jugadores colocan las fichas en las casillas del juego durante su turno, se cuentan los puntos y, en dos oportunidades, Selene tiene que corregir a Daniel porque él se confunde al sumar. Eso es lo único que genera un intercambio de palabras entre los contrincantes durante el partido. Después, solo se oye el ruido de las fichas mientras los dedos de los competidores las mueven en el atril. El dedo índice y el pulgar de Selene se mueven con rapidez, como si se tratara de las pinzas de una máquina de fabricación en serie. Cuando no están en acción, la mujer se apacigua comiéndose sus pellejitos. Uno tras otro.

En una de las últimas jugadas, Daniel decide perder un turno y cambiar las siete letras para probar suerte en el próximo. Una vez que Selene termina su turno, Daniel recibe nuevas fichas y las acomoda con agilidad. Cuando ya están todas en línea sobre el atril, niega con la cabeza y frunce los labios. Piensa un minuto más. Sus dedos repiquetean contra la mesa. Tensos. Sisea y luego cuenta para sus adentros los espacios de las casillas del tablero señalándolos uno por uno. Finalmente, coloca la palabra. “Bree”. “¿Está bien?”, le pregunta a Selene. Ella responde sin mirarlo: “No me acuerdo”. Daniel procede a chequearlo en el Lexicón, una aplicación que indica si la palabra existe y está habilitada en el juego. Los jugadores siempre pueden decir “impugno” al desconfiar de la palabra de sus oponentes, pero en este caso es un juego entre amigos.

En el celular se enciende la luz verde: la palabra es correcta. Ahora es el turno de Selene, que se encuentra encorvada y con su mano derecha sujetando su cabeza. La mujer hace un scrabble con “Remolcan” y suma 63 puntos. Con eso, la campeona gana la partida 445 a 413 en la última jugada. Daniel, lejos de resentirse, se conforma. “Por lo menos no me vapuleaste”, dice sonriente. Al tiempo aparece Eva Diana, otro miembro del grupo que está llevando a cabo el conteo. “¿Quién ganó?”, pregunta. Con ironía, el derrotado responde: “¿Quién va a ganar?”.

Eso mismo pensaba el sobrino de Selene cuando despidió a su tía en 2017 mientras ella se subía al bus que la llevaría a Asunción, donde se disputaba el XXI Mundial de Scrabble en Español. El CUS había alquilado este medio de transporte para llevar a todos sus miembros y algunos familiares al torneo que tiene una duración de cinco días. Los mundiales se juegan cada un año y participan un promedio de 120 personas de todos los países de habla hispana. Cada participante juega 24 partidos y el finalista es el que obtiene el mayor puntaje sumando cada enfrentamiento.

Esta regla, en lugar de que haya semifinales y finales, es la que provocó que Selene fuera coronada campeona antes de que terminara el torneo. Faltaban dos partidos por jugarse y Selene ya tenía un puntaje muy superior al de sus contrincantes. “Me podía dar el lujo de perder el último partido y ya era campeona igual”, rememora. Al conocer su triunfo, llamó a su sobrino por videollamada y él le preguntó cómo iba. “Gané”, le respondió ella sin decir nada más. Hace 16 años que Selene competía en los mundiales anuales y siempre quedaba a pocos pasos de poder alzar la copa. Finalizaba entre los primeros siete puestos.

El torneo terminó a las seis de la tarde y los uruguayos festejaron su primer triunfo mundial hasta las cuatro de la mañana. El título hizo que aflore el patriotismo. No solo se trató de la segunda mujer en salir campeona mundial de Scrabble en español, sino que esa mujer además provenía de un pequeño país sureño de tres millones y medio de habitantes.

La mayoría de los miembros del CUS que viajaron a Asunción hoy en día continúan reuniéndose semanalmente para jugar. Esta mañana invernal, sin embargo, hay un rostro nuevo en el sótano de La Coruñesa. A David Gorodisch, un argentino de 59 años, lo invitó al club Graciela Gamou, una integrante histórica del grupo que tiene 79 años, luego de que lo conociera en una función de cine en Cinemateca. La mujer alzó los ojos desde su butaca, como una espía, y vio que el argentino estaba jugando al Scrabble online en su celular. “A mí no se me va a escapar”, le dijo la jugadora y el hombre, entre risas, ahora cuenta que lo secuestraron y lo trajeron al sótano para que juegue su primer campeonato.

“Es el benjamín del grupo”, dice Eva, pero Selene la corrige: “Yo tengo 58”. El tema de las edades es algo que pesa en este club que parece condenando a la extinción. La semana anterior algunos miembros fueron a un evento universitario sobre juegos de la mente con la misma actitud impetuosa de los vendedores ambulantes que ofrecen souvenirs en ciudades turísticas. Su misión era reclutar jóvenes.

—Dicen los neurólogos que el Scrabble te hace muy bien para evitar el deterioro del cerebro —comenta Graciela sobre por qué los jóvenes deberían unirse al club.

—Ese es un argumento para viejos —le contesta su hermano Franklin Gamou, el segundo mejor jugador del club.

—Yo tengo los argumentos para jóvenes —lo interrumpe Eva y se explica—: Cuando empecé a jugar al Scrabble hace 20 años, el juego cambió absolutamente mi forma de trabajar porque me entrenaba en la toma de decisiones bajo presión, en analizar estrategias y poner en la balanza distintas opciones.

—Yo me estoy empezando a dar cuenta de que también te sirve para la concentración ahora que estamos tanto con el celular. Yo en el momento que me desconcentro durante un partido siento que ya perdí —añade David—. Además, obviamente, todos coincidimos en que es divertido. 

Pero para los jóvenes esto no es tan evidente. Estas personas que deciden pasar sus sábados formulando palabras tienen, en promedio, 67 años. Jamás se ha unido al club alguien menor de 40 años.

Otra ronda

40 aficionados están sentados en 20 mesas cuadradas con un tablero de por medio. Todos alguna vez estudiaron el diccionario como Selene y todos han destinado horas de sus días a jugar partidos de Scrabble por internet. Los aficionados viajaron hasta Uruguay desde Argentina, Chile y Paraguay para un sábado de mayo reunirse en el Colegio Kennedy, en Malvín. Vienen a disputar el XXII Torneo Austral de Scrabble. Entre los rivales de Selene está otro campeón mundial, el venezolano Benjamín Olaizola que con 22 años ganó el campeonato en 2001 y así fue la persona más joven en ganar esta competición, además de volver a recibir la medalla de oro en 2007.

Las mesas están equidistantes unas de otras y cubren todo el salón, como si cada una fuera una casilla de un tablero gigante. La organizadora del torneo y dueña del colegio, Mercedes Peirano, grita que está por comenzar la tercera ronda y los competidores se acomodan en sus asientos uno a uno. En la pared delantera del salón se proyectan los nombres de los jugadores y cuántos puntos llevan acumulados hasta el momento, además de indicar a quién le toca jugar contra quién. De eso se ocupa el único outsider entre el grupo de aficionados, un joven de 20 años que estudia ingeniería y lleva adelante el sistema de puntaje en una computadora.

Todas las mesas tienen exactamente lo mismo encima. Un tablero, dos atriles de plástico, una bolsa con fichas, dos hojas en blanco, una hoja de puntuación y uno de los celulares de los competidores con el cronómetro. Cada jugador tiene un máximo de 30 minutos por partido y cada vez que terminan su turno presionan el cronómetro para que el tiempo empiece a correr para su contrincante. Los jugadores se posicionan en sus lugares uno a uno y, una vez que corre el tiempo, el ingenio comienza a mover los engranajes de la mente.

Solo se destaca un sonido agudo entre el murmullo constante: el de las pequeñas fichas de plástico chocando entre sí cuando las manos de los aficionados se zambullen en las bolsas de fieltro para tomar las siete letras que les corresponden por turno. Como el sonido de pequeñas maracas agitadas por varios niños al mismo tiempo. Ninguno de los jugadores se queda con las primeras siete fichas que se cruzan por su camino al meter su mano en la mina de letras. Prefieren tomar un par y mezclar, tomar un par y mezclar.

Siempre es conveniente que te toque la letra A o la E porque la mayoría de las palabras se conforman por alguna de estas vocales y es por eso que hay 12 fichas de cada una. Sin embargo, los grandes jugadores buscan hacer palabras con letras difíciles como la Z o la X que tiene 10 y ocho puntos respectivamente, y solo hay una de cada una dentro de la bolsa de fieltro. Selene ha formulado desde palabras simples como “zona” o “examen”, hasta otras menos habituales como “dix” o “zángano”.

Hay jugadores que felicitan a su contrincante o hacen algún tipo de comentario sobre palabras como “laqueado” o “sahumen”. Cada tanto, una expresión de frustración, sorpresa o admiración interrumpe la monotonía del juego. Pero los mejores competidores por lo general guardan silencio. La persona necesita la concentración suficiente para recorrer los pasillos de su mente y reconocer qué palabra de las miles que tiene almacenadas en su memoria puede conformar con las siete letras que tiene enfrente. Por eso no es sorpresa que, por más paradójico que suene, a Selene sus compañeros la describen como una mujer “de pocas palabras”.

Esta competencia requiere mucha concentración y esto se ve y se siente: en ojos que solo van del tablero al atril y del atril al tablero, en manos arrugadas que se rascan las cabezas o se sujetan el mentón, en gargantas que carraspean, en bocas que lanzan hondos suspiros y en labios que balbucean palabras inventadas.

Pasados poco más de 20 minutos varios jugadores se empiezan a levantar de las mesas, estrechan sus manos y le dan la cartilla de puntos al joven estudiante de ingeniería. Selene cae derrotada en la tercera vuelta. No es un buen torneo para ella. Termina en octavo puesto, pero eso no la afecta demasiado porque su lugar en el próximo Mundial de Scrabble en Español ya está asegurado. Hace un año que Selene compró el pasaje a Costa Rica tras meses y meses de ahorro para competir en el torneo a fines de noviembre. Desde que se unió al club en 2001, ha estado en los 20 mundiales, siempre a costa de su bolsillo. Este año no es la excepción. Selene se ilusiona con volver a llamar a su sobrino para decirle que una vez más es campeona mundial.
Tomado de: REPÓRTER Laboratorio de Comunicación UM 

1 de abril de 2023

Pepe Baynat

Escribe: Santi Rosales
Foto: Lille - Pepe Baynat y José Hernández

Pepe Baynat es del Castalium de la Comunidad valenciana, pero en esto del scrabble igual ejerce de monitor, que de directivo, de organizador e incluso es seleccionado en el combinado mundialista español. Este jugador que debutó en los albores del scrabble competitivo destaca por su juego estratégico y alegre, de tal manera que es de esos rivales con quien enfrentarte siempre se agradece. No para de crecer y aún tiene margen de mejora. Lo veremos campeonar alto. 

¿Cuándo empezaste a jugar y cómo? 
Empecé con mi familia jugando cuatro jugadores muy joven, igual con 15 o 16 años. Luego en 1996 vi un cartel que Mattel organizaba un campeonato de España. Me apunte a la fase de Valencia y me clasifique para la final en Madrid. El año siguiente retó la experiencia y luego ya no volví a jugar hasta 2012 que mi madre María José Monreal me descubrió el mundo de la competición presencial. 

¿Cuáles son tus virtudes y defectos en el juego? 
Yo creo que mi mayor virtud es la estrategia, jugué a ajedrez de competición en el instituto y me parece que la estrategia es lo más bonito del juego, por eso la estudio mucho e intento mejorar cada día. Me refiero a la estrategia, tanto en la primera tirada, como durante el juego y en cada final, y siempre contando las letras que faltan por salir para ver probabilidades. En cuanto a defectos, el primero es que aunque voy mejorando muy poco a poco, aún me queda mucho vocabulario por estudiar y es algo que no me obsesiona, prefiero ir poco a poco, quizá de ahí mi mayor defecto que a veces arriesgo con palabras que me suenan y que acaban por no valer.

Eres de los primeros jugadores que el siglo pasado ya competían. Has visto con ello la evolución y el desarrollo del scrabble en España. 

¿Qué es lo que más ha cambiado en todos estos años? Lo que he visto es que a la gente que nos gusta este juego, buscamos evolucionar y que los buenos, cada vez son mejores, porque estudian y analizan sus partidas. Ahora ya hay 17 jugadores con un Elo por encima de 2000. Una meta que yo me planteo alcanzar. 

No todo el mundo se pone de acuerdo en el reparto de importancia, pero en tu opinión, ¿en qué tanto por ciento distribuirías el azar, estrategia, vocabulario y psicología en el Scrabble y cuál te motiva más? 
Pues yo tengo la teoría que la suerte es tanto más importante cuánto más parejo es el nivel de los jugadores, ahí es clave, pero a medida que hay más diferencia entre el vocabulario y la estrategia de los contendientes, el azar se convierte casi en residual. Como he dicho lo que más me gusta es la estrategia, y le doy mucha importancia, pero sin duda el conocimiento cada vez de más vocabulario, te permite tomar ventajas en las partidas que te llevan a la victoria. Además, creo que se puede estudiar también estratégicamente. Un verbo aprendido lo puedes conjugar y convertirse en 10 palabras diferentes, me encantan los enganches y tengo una lista de unas 5.000 palabras que admiten enganches y que puedes ir tendiendo pequeñas trampas a tus contrincantes. 

También me gusta estudiar palabras cortas con letras feas ( G, L, Y, CH, V, H, U), que te permitan limpiar muy bien tu atril para conseguir combinaciones de letras más fáciles en la siguiente tirada. 

En cuanto a la psicología, bueno pienso que hay que jugar siempre con calma y concentrado y no sentirse inferior a nadie, quien falla aquí creo que tiene un problema y debería trabajar en ello. Todos hemos pasado por ahí, yo ahora siempre prefiero jugar con contrincantes difíciles, las partidas son mucha más interesantes, y si pierdo jugando bien, me siento igual de feliz que si gano, ( Bueno si gano siempre un poco más feliz) 

Sueles ser un jugador que juega en abierto y especula poco, pero ¿qué tipo de jugadores te incomodan más: estrategas, cerradores, aperturistas? 
Bueno, yo no me definiría tampoco así, de hecho con el tiempo he aprendido a cerrar mucho las partidas contra jugadores con gran vocabulario y eso me ha llevado a ganar a los jugadores con más vocabulario del circuito. Pienso que hay que jugar cerrado cuando vas por delante claramente y muy abierto cuando peor vas, quizás este es uno de los cambios más grandes que he hecho yo en los últimos años. 

Ya no solo jugador, ahora eres organizador y directivo. 
¿Qué características del mundo scrabble te llenan más o cuales te incomodan? A mi lo que me gusta es jugar una partida igualada con alguien que tenga mucha estrategia, lo de organizador y directivo me resulta muy sencillo, podíamos decir que va con mi carácter, pero lo que de verdad me gusta es jugar y competir. 

Tu preparación en las últimas temporadas ha ido en aumento, especialmente en vocabulario y confianza. Práctica, preparación, estudio, entreno. ¿Cuál es la clave en tu caso para ser competitivo? Bueno, ya he hablado un poco de esto. No creo en estudiar como si de una oposición se tratara. Soy mucho de hacerme listas curiosas, como por ejemplo palabras acabadas en IL, o que empiezan por QUI, o que terminan en ACEO, por ejemplo. Lo que quiero decir es que yo estudio cada día, pero muy poco y cosas que me resultan curiosas y entretenidas. Esto me ha llevado a tener un vocabulario más amplio. También estudio mucho los enganches y los verbos. Además juego a diario en ReDeLetras (soy Michigan ahí) y aunque se que muchos usan anagramadores, me da igual, yo juego como si fuera gente con mucho vocabulario y ya está, ya vendrán en presencial ya…. Jajaja. 

Jugando en distintos puntos de la geografía española ¿encuentras diferencias en los distintos estilos de juego? La verdad es que cada vez menos. Se dice que en Andalucía cierran mucho, pero como me pillen a mi con 120 puntos a favor, van a ver ellos como cierro yo. Me llamo la atención los jugadores argentinos top, que como confían tanto en su vocabulario tienden a jugar muy abierto, quizás a mi no se me ocurriría porque tengo menos vocabulario que ellos. 

Como jugador, ¿hasta dónde alcanzan tus objetivos a corto o medio plazo? Bueno, ya he dicho que me gustaría llegar a los 2000 puntos de Elo como un objetivo, pero realmente tampoco me parece algo tan importante, mi objetivo es medirme de tu a tu con los mejores sin complejos y ponerles las cosas muy complicadas y en muchos casos ganarles. 

¿Qué tiene el scrabble para dedicarle tanto empeño y sentirte atrapado? Quizás esta es la pregunta más difícil de responder. A los que amamos este juego no nos importa las horas de viaje ni gastar el dinero y el tiempo en ir a un torneo, porque la satisfacción que sentimos cuando nos sale una buena partida es indescriptible. Por suerte los que estáis leyendo esto seguro me entendéis. además el hecho de juntarnos con gente como nosotros, que disfrutamos tanto este juego, hace que se creen unos lazos personales muy intensos también y nos gusta rodearnos de gente considerada rara para el resto de los mortales.

4 de marzo de 2023

13 de noviembre de 2022

Horacio y su estado de scrabble permanente



















En la mente afiebrada del mejor jugador de Scrabble del país: 
“Tengo estudiados 3.000 verbos” 

Horacio Moavro es subcampeón mundial del célebre juego y está tercero en el ranking internacional en lengua española. Comenzó a competir en 1998 e ideó un sistema para recordar algunas de las 660 mil palabras del diccionario. 

“Vivo en estado de Scrabble permanente”, admite. 

Las letras caen delante de sus ojos. Lo material se desintegra. Hay una realidad virtual que ocurre a la par que Horacio Moavro observa lo que lo rodea mientras vive. 

Un ejemplo: camina por la avenida Corrientes, cruza la calle y a un costado, un auto espera el verde del semáforo. Mira la marca. Su cerebro se activa en modo Scrabble. Las letras salen volando, una para cada lado, y giran alrededor de su mente afiebrada, que las acomoda de muchas formas posibles, o quizá de todas las posibles. “Veo Citroen y enseguida pienso: recinto, cretino, cetrina...”, enumera rápido. Hace un silencio que no entra ni en un pestañeo, y un anagrama más: “Recotín”. Todas las palabras están en el diccionario de la Real Academia Española. 

Horacio conoce el significado de cada palabra, pero no es lo que más le importan. Solo necesita recordar las combinaciones de las letras. “A todos los que jugamos Scrabble a nivel competitivo nos pasa ¿eh? Es una locura. Voy por la calle y armo palabras con las letras que veo. Cuando jugaba al Tetris también me pasaba. Veía caer las fichitas de colores cuando cerraba los ojos”, ríe Moavro, contador público, porteño de 65 años, padre y abuelo, y subcampeón mundial de Scrabble. 

Según el ranking global, es uno de los tres mejores jugadores del mundo de la actualidad en la versión del juego en español. Eso explica las consecuencias de vivir, como Horacio, en estado de Scrabble permanente. 

Es el capitán del equipo argentino de Scrabble y fue la sorpresa del último mundial, jugado semanas atrás en Buenos Aires, lo que lo hizo saltar del puesto 16 del ranking al top 3. En el certamen quedó detrás del francés Serge Emig, un ejemplo casi perfecto para entender la perspectiva obsesiva de alguien que vive en ese estado: aunque no habla bien español, conoce de punta a punta el diccionario de la RAE. Recuerda más palabras que ningún otro. Y las asocia rápido. “Juega muy bien y se comió el diccionario, se lo tragó. Ganó el Pasapalabra en Francia y otro en la TV de España. Es un personaje, profesor de tenis, vive en un pueblito del norte de Francia”, narra Horacio. 

El pequeño orgullo para Moavro es que uno de los únicos dos partidos que perdió Emig fue a manos suya. “Yo soy el campeón de los humanos porque Serge no es humano”, parafrasea al tenista Andy Murray. 




Moavro, que le debe su pasión al arquitecto neoyorquino Alfred M. Butts, quien inventó el Scrabble en la época de la Gran Depresión, primeras décadas del siglo pasado. -Estaba sin trabajo y se le ocurrió inventar este desafío a partir de una mezcla de sus dos pasatiempos favoritos, los crucigramas y los puzzles.- Durante muchos años Alfred sólo lo usó con su esposa y amigos, nadie se interesó por su invento hasta que a fines de los años 40 salió a la venta y se convirtió pronto en furor. 

A casi un siglo de aquello, el Scrabble se juega en más de 30 idiomas. 

“Es más que un juego de mesa, es un deporte de la mente, como el ajedrez, el bridge. Tiene un reglamento, hay algunos libros sobre estrategias”, explica en un bar del barrio porteño de Villa Crespo donde, casualmente o no, parte de la decoración del lugar son las letras que conforman el nombre del bar repartidas y desordenadas en repisas. 

Moavro comenzó a jugar cuando tenía 10 años. Su tía Ethel tenía un Scrabble y los domingos, después de las pastas, se armaban partidos en familia. Horacio ya mostraba talento y voluntad competitiva. Pero fue a los 15, en las playas de Miramar, mientras jugaba con sus amigos del Colegio Pellegrini, que dio el primer salto hacia las profundidades de este complejo entretenimiento: conoció a Rubén, el papá de uno de los muchachos, un adulto que competía en torneos de Scrabble y que lo tomó como discípulo al verlo jugar. El hombre miraba los partidos y corregía a los adolescentes. A todos les molestaba, menos a Moavro. “Yo le empecé a pedir que me explicara y a él le encantó enseñarme”, cuenta. 

Pero pronto dejó de jugar. Formó una familia y se movió mucho por su trabajo: vivió en Brasil, Montevideo, Rosario, tuvo hijos. A los 40 volvió a Buenos Aires y se anotó por primera vez en un torneo de la Asociación Argentina de Scrabble. Salió tercero en la categoría C. Nada mal para un principiante con talento. “Lo apasionante del Scrabble es que si bien tiene algunos aspectos azarosos, no hay mala suerte. Hay malas jugadas”, dice, y explica “la teoría del quejoso”. “Está basada en el chiste que dice que cuando uno gana es por talento y cuando pierde, mala suerte. ‘Perdí por mala suerte, para qué voy a estudiar si total el Scrabble es un juego de azar’. Si hacés eso vas a jugar cada vez peor. En cambio si te ponés a estudiar, a analizar las cagadas que hiciste, qué cambié mal, por qué no sabía la palabra, o cómo conté mal las letras, podés jugar cada vez mejor y transformás la queja en un aprendizaje. Te sirve para el juego y para la vida”, sonríe. 

Con esa determinación, Horacio se convirtió rápidamente en un jugador competitivo. Sin embargo, en su primer mundial, en 2004 en Panamá, le fue muy mal. Quedó debajo de la mitad de la tabla. No le gustó nada. “Hay un campeón de golf que decía ‘cuánto más me entreno más suerte tengo’”, remarca. La campeona del mundo ese año fue una argentina, Claudia Amaral.

Moavro quería transformar el Scrabble en un método científico. “Yo quería pasar del nivel competitivo al científico. Sistematizarlo como el ajedrez. Con apertura, medio juego. El ajedrez nos lleva 5.000 años de historia y hay una biblioteca, pero quería buscar la forma”, explica. Entonces con Amaral fueron a ver a una psicóloga especialista en Alzheimer, también jugadora de Scrabble, quien le enseñó a Horacio un método para aprender largas listas de palabras. “Nos enseñó varias técnicas. A Claudia no le sirvió por la forma de jugar que tiene pero a mí sí”, cuenta. Entonces Horacio empezó a hacer listas para incorporar variedad de palabras: “Por ejemplo, verbos de siete letras por orden alfabético. A cada una le asigno un número y una imagen. Entonces el verbo está ligado a la imagen. Y después, repetir, repetir, repetir. Si me encontrabas en un bar, podías pensar que estaba rezando el rosario, hablando solo, pero no, estaba repitiendo verbos”. Otro ejemplo: “Tengo verbos de ocho letras que empiezan con A, primera conjugación: abacorar, abarañar, abatanar, abemolar, abicelar, ablentar, abroncar, abieldar”, recita de memoria. “Ahora, eso lo hice en 2004. Hacer la lista es un trabajo mecánico, aburrido, pero fácil. Después hay que estudiarlos. Con esta chica empecé a tener forma de estudiarlo y durante varios años estudié verbos. 

Tres mil verbos. Asocio el verbo a una imagen. El 1 de la lista es un cactus, dos es un auto. En el momento oportuno tenés que saber que el verbo existe y jugarlo”. Lo dice como si fuera fácil. Pero Moavro es uno de los mejores jugadores de Argentina. “Yo tengo el diccionario en la cabeza y busco ahí con las letras que tengo en el atril”. El problema, aclara, es cuando a la Real Academia se le ocurre tocar el diccionario. “Si agrega palabras no te cambia nada, te hace más larga la lista de lo que no sabés. El problema es cuando quitan palabras. Desaprender un verbo conocido es un doble problema”.

Moavro inventó la técnica de asociar palabras con cosas. Pero cada jugador tiene su forma. El neozelandés Nigel Richards, considerado el mejor de la historia, ganó el Mundial en inglés en 2007, 2011, 2013, 2018 y 2019. En busca de motivación, se aprendió el diccionario francés y, sin hablar francés, ganó el campeonato del mundo en esa lengua. “Hace unos años salieron primero y segundo en inglés dos tailandeses que no hablan inglés, y estudiaban la lista de palabra como si fueran colores. Humillaron a todos los yanquis, ingleses, canadienses, australianos”, cuenta Horacio maravillado con la capacidad cognitiva de sus colegas. Richards es ahora una amenaza para Moavro y todos los jugadores top del ranking de Scrabble en español. “Estuvimos en 2016 con él, que se hizo el Mundial en Francia compartido entre inglés, francés y español. Y nos dijo que está estudiando español para competir en español. Olvidate, nos va a ganar a todos. Iba a competir este mundial y avisó que no venía porque no había terminado de estudiar el diccionario. Va a jugar el año que viene y nos va a matar a todos”, repite Horacio, resignado como al que le toca marcar a Messi. 

El método que buscó y encontró para aprender palabras como una computadora llevó a Horacio Moavro a la cima del universo de jugadores de Scrabble. Le pregunto si es mejor ser un especialista en Letras o Filología, conocedor del idioma, o tienen ventaja los que vienen de las ciencias duras, capaces de analizar estadística, combinaciones posibles, suma de puntos. No duda. “Ciencias duras”, responde. 

- Los que vienen de las Letras tienden a hacer palabras floridas, bonitas, vistosas, pero de pocos puntos. Los que venimos de ciencias duras, tenés que contar, duplicar, porcentajes de chances de que saques vocales, números, hay que hacer cuentas. Los mejores jugadores vienen de ahí. Serge, bueno, es profesor de tenis, es un loco suelto. Pero los mejores son de Ciencias de la Administración, hay un agrimensor, y varios de los que están arriba en el ranking son de Sistemas. 

- ¿Tips para jugadores nivel familiar? 

Las palabras de dos letras hay que saberlas. La mayoría las sabés: Lle, za, esas sirven. O ja, je, ji, jo, ju, esas valen todas. O aj, que es “asco”. Uf y uy también valen. - ¿Nada más? - Bueno, el comodín no se desperdicia, salvo que sea para hacer scrabble o alguna combinación que te dé muchos puntos. Si no, es un desperdicio. Hay dos comodines, probablemente salga uno para cada uno, y hay que usarlo lo mejor posible. 

Ox por ejemplo, es una palabra válida. Quiere decir “voz usada para espantar a las gallinas”, sic del diccionario. Horacio Moavro hace un mínimo silencio y la cara se le pone como a un niño. Sonríe y lanza: “Un poco de humor scrabblístico: el otro día vi una gallina y le dije ‘¡Ox, ox!’ y no se espantó. ¿Por qué? Porque la gallina no estudia el diccionario”.

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Información enviada por: Carolina Reyes.
Gracias a Hilda Galindo.
Tomada de: aquí - Infobae.com

3 de noviembre de 2022

El Messi del Scrabble



















Cómo entrena el argentino que es tres veces campeón del mundo: palabras prohibidas, desconocidas y “con enganche” 

Luis Picciochi trabaja en un estudio de agrimensura, pero todos los años dedica una semana al Mundial de Scrabble en español 

2 de noviembre de 2022 13:05 
Por: Pedro Molina 
PARA LA NACION 

Un tablero y cien fichas. La vida de Luis Picciochi (55) está marcada por 225 casillas y la posibilidad “casi infinita” de crear nuevas palabras. Descubrió el scrabble de la mano de su madre, durante unas vacaciones en Mar del Plata, en enero de 1977. Y fue amor a primera vista. De repente, el juego de mesa se volvió su pasión (y también su obsesión). Desde hace algunos años, compite internacionalmente y ostenta un récord único: es tres veces Campeón Mundial. La semana pasada, entre el 24 al 29 de octubre últimos, disputó una nueva “Copa del Mundo” de Scrabble en español, la edición XXIV, en un hotel céntrico de Buenos Aires. Y si bien no pudo consagrarse “tetracampeón”, terminó cuarto entre 130 participantes.


















SOC- Luis Picciochi, tricampeón argentino de scrabble, Buenos Aires, 28/10/2022 CAMILA GODOY/ AFV 

Después de iniciarse con su madre, llevó el scrabble a sus amigos del barrio de Flores. Era la época previa a los smartphones y las tablet, así que no tardaron en engancharse. Pero al poco tiempo Picciochi ya les sacaba una diferencia enorme. A los 13 años empezó a jugar con su primera novia. El vínculo amoroso y lúdico continúa hasta hoy, ya que en la actualidad es su esposa y madre de sus dos hijas. “Jugamos una o dos partidas de Scrabble todos los días antes de comer. Ella es muy buena, a veces me gana, y yo practico. Esa es una ventaja muy grande que tengo sobre la mayoría de los jugadores porque los demás tienen que arreglar y juntarse para entrenar”, asegura. 

—Evidentemente, desarrollaste un gran espíritu de competencia. —

Lo lúdico siempre me gustó y la competencia me genera una adrenalina tremenda. Mi mamá nunca compitió y mi papá jugaba al billar, pero no era un gran competidor. Creo que me nació con el fútbol... Me gusta ganar, soy más feliz cuando gano, entonces pongo todo para que suceda. También disfruto de la adrenalina, sentir que me palpita más fuerte el corazón en una jugada.

—Además del Scrabble, ¿jugás a otros juegos? —

A todo: truco, póker, juegos de mesa, de preguntas y respuestas... También compito hace tres años en un circuito amateur de tenis y juego tres o cuatro partidos por semana. 

En 2005 Luis empezó a jugar al Scrabble de forma online y la emoción del triunfo se multiplicó en la red. Poco después lo contactaron de la Asociación Argentina de Scrabble. Le dijeron que jugaba muy bien y lo invitaron a participar de los torneos que organizaban todos los sábados. Picciochi ni siquiera sabía que existía tal asociación... además, hasta el momento, dedicaba todos sus fines de semana al tenis. Sin embargo, en 2006 un desgarro lo alejó de la raqueta y, a los 39 años, volcó toda su competitividad sobre el tablero de las 225 casillas. “Cambié el tenis por el Scrabble. Fuimos, nos encantó la cantidad de gente, la competencia que había. Entré en la categoría más baja de las cuatro y dije: quiero ser campeón de esto, así que decidí ponerme a estudiar”, cuenta.

















Parte del entrenamiento de Luis Picciochi es, además de jugar lo máximo posible, estudiar el diccionario de la RAE, conocer la mayor cantidad de palabras de siete letras (dan bonus) y saber de antemano combinaciones CAMILA GODOY/ AFV 

—¿Y cómo se estudia para ganar en el Scrabble? —

Agarré el diccionario y con un cuaderno al lado me fui anotando todas las palabras que podían servir y no conocía: básicamente verbos que te dan 20 opciones de conjugaciones. Me fui aprendiendo todos. Por ejemplo: me anoté arrecadar, arremedar, arrejuntar, arrepasar, arrepistar, arregostar y así sucesivamente. 

—¿Sabés que significa cada palabra? —

No es necesario saber el significado. Son un montón que están en el diccionario de la RAE, pero aprenderlas no sirve de nada. Si te digo “decile al gato que deje de miagar” no me vas a entender. Pero yo sé que maullar es mallar, miagar, miañar, maular... Tiene un montón de sinónimos. 

—¿Son muchas las palabras que sólo usás en el Scrabble? —

Sí, muchas. Hay palabras que son muy lindas. Por ejemplo, buhitiho. Una vez la puse y me dio un montón de puntos y te saca letras horribles. ¿Qué es? Un sacerdote de América Central, algo así como un chamán. Otra es el verbo zullar, que sale normalmente en el tablero. Si te acercás a las mesas ahora, la mitad de las palabras la gente no las conoce. 

Desde hace un tiempo, la tecnología resolvió una de las problemáticas más recurrente que pasaban en las partidas de Scrabble. Ante la duda del contrincante por la validez de una palabra llamaban al veedor, anotaban la duda en una planilla para que una persona con un diccionario a mano buscara, mirara las conjugaciones y resolviera. Ahora, la Federación Internacional de Scrabble lanzó la app Lexicón donde los jugadores escriben y automáticamente dice si es válida o no. El conocimiento de las reglas de la Real Academia Española también es una ventaja que Picciochi sabe aprovechar. 

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El juego de Scrabble tiene 100 fichas con letras. Cada letra tiene una puntuación diferente. Las letras que aparecen con más frecuencia tienen menos valor que las más difíciles de usar. El juego de Scrabble tiene 100 fichas con letras. Cada letra tiene una puntuación diferente. Las letras que aparecen con más frecuencia tienen menos valor que las más difíciles de usar. LA NACION 
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“Hay verbos que son antiguos y la RAE solo los acepta en infinitivo. El otro día, por ejemplo, usé el verbo monedear y el rival jugó monedeare y no valía. Entonces perdió el turno y le vi una letra, que en partidas pareja es una gran ventaja”, agrega. 

—¿Cómo se preparan los partidos de Scrabble? —

No se puede diagramar una estrategia de antemano porque depende de las fichas que van viniendo. Pero en este ambiente nos conocemos entre todos y cuando te toca un rival que no tiene gran vocabulario voy dejando algunas palabras con posibilidad de enganches. Eso, en este juego, es correr riesgos. Por ejemplo, en mi mano pongo la palabra aporrear y, si mi rival no tiene buen vocabulario no se va a dar cuenta que le dejé la palabra siguiente servida. Entonces, en la mano siguiente uso la misma palabra y le pongo una P adelante: queda paporrear, con la que vuelvo a sumar un montón de puntos. O está la palabra solaz, de la que deriva solazo. Y después sigue como solazos. Como estas, tengo miles de jugadas preparadas de acuerdo con las letras que vienen. 

—Entonces, el Scrabble parece un desafío más ligado a la ingeniería que a la literatura… —

Sin dudas. Es un juego para gente de números. La persona de letras va a poner cosas lindas, pero acá es matemática y también ir viendo probabilidades. Vas contando las letras que salieron. Si no tengo para hacer Scrabble [una palabra usando las siete letras, que da 50 puntos de bonus], pero tengo un buen proyecto, me saco una de encima y calculo cuántas chances tengo de agarrar una de la bolsa que me sirva. 

—¿Cuántas veces usás las siete letras que te tocan por partido, para sumar bonus? —

Normalmente cuatro en una partida. Yo tengo un juego ofensivo y cuando no tenga una buena jugada prefiero perder mi turno y cambiar mis letras, pero hay otros que prefieren sumar puntos en todas las rondas. 

—Las palabras de siete letras las tenés estudiadas, me imagino… —

Sí, hay un programa que se llama Anagramanía, que desarrollaron en Venezuela que te da un listado de palabras de siete letras que son combinación única, es decir, que con esas solo podés formar una sola palabra. Las de alta probabilidad es bueno saberlo, como ociaría, saudoso o bitumen. El verbo sonreír también tiene varias combinaciones únicas. 

Desde su inicio en los torneos de la Asociación Argentina de Scrabble, Picciochi participó en todos los Campeonatos Mundiales desde 2007. Estuvo en Bogotá, Lille, Asunción, Santa Susana (Barcelona), Ciudad de México, Cali y La Habana, entre otros. Pero de los que guarda mejor recuerdo es de los tres en los que fue campeón mundial: Isla Margarita (2009), San José de Costa Rica (2010) y Playa del Carmen (2018). Como disciplina amateur, el premio en dólares que ganó por sus títulos apenas le alcanzaron para pagar el pasaje a la Copa del Mundo siguiente. 

Alejado del mundo de las letras, en lo profesional se desempeña en un estudio de agrimensura, donde todos los años tiene una semana dedicada a las vacaciones para el Campeonato Mundial de Scrabble. Este año se disputó en Buenos Aires y Luis se alojó en el hotel donde se jugó la competencia para aprovechar el mayor tiempo de descanso posible. Durmió entre seis y siete horas por noche, más lo que pudo como siesta entre las partidas de la mañana y las de la tarde. Las noches previas a competir come liviano y nunca toma alcohol. 

—¿Tenés algún tipo de cábalas para la competencia? —

No soy muy de eso... A veces cambio la manera de agarrar las fichas: de a una, de a dos o de a tres. O puede ser que agarre una birome o toque la medallita que me regaló mi hija hace un par de años. 

—¿Tu hija también juega? —

Tengo dos hijas. La mayor jugó un Mundial a sus 19 años y salió Mejor Debutante, pero ahora está en otra faceta que no quiere estar los sábados encerrada. De chiquita se sentaba al lado mío y me decía ‘por qué hiciste esto’ y trataba de entender el juego. 

Todos los años, el Campeonato Mundial tiene reservados los martes para la Copa de las Naciones. Participan los mejores representantes de cada país. Los tres años en los que Picciochi ganó Mundiales, también se consagró el Equipo Nacional con su presencia. En esta última edición, su aporte no fue suficiente y Argentina quedó segunda por detrás de España. Los otros participantes fueron Chile, Panamá, Colombia, Uruguay, Estados Unidos, México, Venezuela y un combinado de Europa. La derrota inesperada caló hondo en el equipo: “Lo vivimos como una derrota total porque teníamos un equipazo. España tiene muy buenos jugadores también”, insiste. 

—¿Cómo se hace para dejar la bronca atrás en un juego que requiere tanta concentración? —

La bronca dura 10 minutos. Son 24 partidas y apenas termina una, a los 15 minutos, tenés otra. Si no limpiás el chip para el partido siguiente, cometés errores. 

—¿Tenés alguna táctica para lograr eso que vos llamás “limpiar el chip”? —

Yo me hablo a mí mismo. ‘Ya está’, ‘jugaste mal, pero hiciste todo’. Me digo esas cosas y analizo las partidas cuando termino para no volver a caer en ese error. El tema es cometer la menor cantidad de errores. Que no haya es imposible. 

Por: Pedro Molina
Tomado de: La Nación

15 de octubre de 2021

Las loqueras de las cloqueras



Se enfrentan en duelo la experimentada profesora de Literatura y la joven prodigio que es la única mujer que ha entrado en el top-8 nacional. Thailimar Montoya lleva una ventaja de más de 50 puntos y arriesga poco al formar una palabra aparentemente blindada: LOQUERA (la cuidadora de locos, que como venezolanismo adquiere otro significado). Sin estar segura de que aparezca en el diccionario, Rosario Suárez se atreve a colocar una “c” adelante: CLOQUERA.

“Una de las habilidades que te va dando este juego es desarrollar la intuición lingüística: hay palabras que tú no te sabes, pero que intuyes que pueden ser válidas”, explica la profesora de UCAB y UPEL y ex presidenta de la Asociación Venezolana de Scrabble. Cloquera sí existe: es la condición de la gallina clueca. Gracias a la configuración del tablero, Suárez voltea la partida y obtiene una victoria inolvidable.

“En una partida, para mí la estrategia tiene 50% de peso, el vocabulario 30% y el azar 20%”, explica otra jugadora con experiencia mundialista, Susana Harrington (su vocablo inolvidable: CÚFICAS). Azar: que te toquen letras oportunas cuando metas la mano en la bolsa de mezclar. Vocabulario: alcanzar los confines del idioma, mucho más allá de nuestra limitada expresión cotidiana. Estrategia: aprovechar el tablero como un campo de batalla —las casillas tienen distintas puntuaciones—, construir combinaciones inesperadas y calcular cuáles letras permanecen invisibles. De los juegos de palabras, el scrabble es probablemente el más organizado desde un punto de vista competitivo: Venezuela suma hasta cinco campeones individuales en Mundiales de lengua española, todos varones. 

En una reciente Guarapita, te contábamos de los prejuicios de género alrededor del ajedrez. El scrabble, según estos estereotipos, parecería un “juego de chicas”: después de todo, aparentemente se basa más que todo en la habilidad verbal. Y sin embargo, en Venezuela sigue habiendo una brecha entre hombres y mujeres. “Déjame decirte que la mayoría de los jugadores muy competitivos no vienen del mundo de las letras o las humanidades, sino que están vinculados con otras áreas del conocimiento como la administración o la ingeniería”, detalla la profesora Suárez. “El scrabble en realidad es un juego de muchas estadísticas, por lo que aparentemente seduce fácil al cerebro masculino, según las convenciones sociales. Pero eso no tiene nada que ver con la realidad. En Venezuela contamos con mujeres talentosísimas. Quizás la diferencia viene porque nosotras nos seguimos ocupando de más responsabilidades en el hogar”.

Thailimar Montoya es madre de Mathias Alessandro (1 año de edad), emprendedora del diseño gráfico y scrabblista de alta competencia desde los 16 años. De hecho, cumplió la mayoría de edad en medio de un torneo (palabra ganadora memorable: EXEDRAS). Jugando scrabble también conoció al padre de su niño, contra el que ha disputado más de 1.200 partidas de primer nivel. “No creo en diferencias marcadas entre hombres y mujeres, ni en tabúes en los cuales algún sexo se imponga abiertamente en ninguna especialidad. La voluntad humana carece de límites. El que se propone algo, hombre o mujer, si se esfuerza lo puede lograr”.

«Jugar Apalabrados (Scrabble on line) no es lo mismo que antes. Ahora hay programas en Internet que buscan palabras, lo que, a mi modo de ver, le quita parte de la esencia al juego. Pero cuando mi contrincante usa el buscador, yo también lo uso. Supe que existía cuando un español con quien juego muy a menudo, Juan Diego Moreno Galán —y que me llevaba por el camino de la amargura—, me preguntó que cuál buscador usaba yo. ¿Buscador? ¡Yo no uso ningún buscador! Entonces me dio el suyo. Empecé a ganarle. Y nos hicimos amigos. Fue el perfecto cicerone de un viaje inolvidable que hice a la ciudad de Granada»

Carolina Jaimes Branger, comunicadora,
ingeniera y scrabblista aficionada
¿Será Thailimar la primera campeona mundial de Venezuela de sexo femenino? Lamentablemente, el scrabble es una disciplina aficionada y la crisis económica (primero) y la pandemia (después) han hecho cada vez más complicado que nuestros jugadores puedan costear viajes al extranjero. Está la modalidad no presencial, con una plataforma de alcance latinoamericano muy bien organizada (ReDeLetras), pero este es uno de esos juegos en los que jamás podrá sustituirse el cara a cara. Entre otros motivos, porque la práctica online con frecuencia oculta el uso de herramientas de inteligencia artificial como los anamagradores.

¿Un juego para ampliar la cultura general o simplemente memorizar palabras para ganar? Es una de las divisiones filosóficas al asumir el scrabble. “Yo por ejemplo soy de las románticas: me gusta hacer listas de árboles, flores, animales o gentilicios, como una manera de saber el significado de las palabras y mantenerme en constante aprendizaje. Tenemos una competidora que sabe todos los sinónimos posibles de prostituta”, acota Rosario Suárez, y contrasta: “Otros jugadores son más prácticos. En scrabble, para ganar, no necesitas saber qué significan las palabras que compones. Airán Pérez, nuestro campeón mundial, lo dice abiertamente: cuando está estudiando agarra el diccionario de la A a la Z y copia todos los verbos en un cuaderno, porque son los que le resultan más rentables. Con un solo verbo puedes construir decenas de conjugaciones posibles”.

“La estrategia y el léxico van de la mano. Si se quiere llegar lejos en este deporte de la mente, el léxico es el basamento primordial para progresar y llevar todo ese caudal de conocimiento a tu vida diaria”, sopesa Thailimar.

“Una de las cosas que más valoro del scrabble es que me ha permitido tejer una red de apoyo no sólo en Venezuela, sino en el resto del mundo. Es una comunidad donde hay muchísima solidaridad y cariño”, expresa Susana Harrington. “Planificamos nuestra vida alrededor de los calendarios de torneos, que para nosotros son fechas intocables, y con frecuencia formamos familias entre nosotros”, agrega Suárez. Una gran historia de amor puede empezar con siete letras.

[Caña clara]

Tomado de: guarapita